No es la primera vez que nos referimos en estos editoriales al "nacionalismo teórico". Los teóricos del nacionalismo se comportan de forma muy parecida a los nacionalistas oficiales: están para las maduras pero no para las duras. Están para pasar la gorra y recoger los beneficios que otorga pertenecer a un partido aupado al Gobierno autonómico desde hace más de dos décadas, pero no para defender al pueblo canario de los estragos causados por el colonialismo. Viven muy bien tanto los nacionalistas teóricos como los falsos a cuenta de unos isleños ante los que se presentan como sus salvadores, como su única esperanza para salir de la crisis, cuando en realidad nunca han sobrepasado la categoría de vividores políticos.

y al mismo tiempo españolista y amante de la españolidad de estas Islas. O se está con Canarias, o se está con España. Canarias y España son dos naciones distintas que pueden entenderse en el futuro en una relación de igual a igual, pero no en el presente porque eso sería pretender que un carcelero viva en armonía con su prisionero. Lo primero es la libertad. Luego, ya veremos. Es absurdo que nos estemos preguntando ahora qué haremos o de qué viviremos cuando salgamos de la cárcel. Lo primero es dejar de estar entre las rejas del colonialismo. Lo demás es secundario.

Coalición Canaria no puede seguir con este doble juego de estar y, al mismo tiempo, esconderse. Si los militantes en esa formación política realmente se sienten canarios pero impedidos a vivir con libertad, identidad y dignidad, lo primero que deben hacer es dar un paso al frente y denunciar lo que está sucediendo en estas Islas. Deben hacerlo pese a que los colaboracionistas habituales del colonialismo los amedranten. Nada les va a suceder si actúan pacíficamente en el momento de denunciar el saqueo de Canarias. A nadie pueden meterlo en la cárcel por protestar pacíficamente. Una vez más citamos el ejemplo de la Transición política española, amenazada en todo momento por fuerzas reaccionarias que no querían el cambio. Sin embargo, ese cambio se produjo y llegó la ansiada democracia.

Los españoles querían entonces la libertad política como los canarios ansían hoy su libertad como pueblo. Hubo líderes, como Adolfo Suárez, que tomaron decisiones arriesgadas en un clima de inseguridad muchísimo mayor que el actual. Entonces llegaba amenazante el ruido de sables desde los cuarteles. Había temor a la fuerza de las Fuerzas. El peligro de un golpe de estado involucionista era real. Si en España, afortunadamente, se superó esa situación, ¿por qué hemos de vivir atemorizados en Canarias? ¿A cuenta de qué ese temor de los nacionalistas a plantear la independencia? ¿Por qué ese silencio? ¿Tal vez porque realmente algunos no quieren que acabe la situación colonial?

Siguen insultándonos y vejándonos por expresarnos de esta forma. A falta de argumentos con los que rebatir nuestras ideas, recurren a la descalificación quienes se oponen a que los canarios disfruten de la independencia que en el pasado han ido alcanzando otras naciones, en su día igualmente colonizadas. No pueden rebatir nuestra postura porque los hechos claman con tanta fuerza a nuestro favor, que cualquier argumentación para convencer a la gente de que Canarias es parte de España, y debe seguir siéndolo en el futuro, suena ridícula ante la existencia de casi 400.000 desempleados, decenas de miles de personas en las listas de espera sanitaria -algún sindicato habla de casi 90.000 pacientes en esta situación-, ante miles y miles de hogares en los que no entra un euro porque todos sus miembros están en paro, ante la emigración de nuestros jóvenes, ante la incapacidad de decidir por nosotros mismos sobre asuntos que nos incumben directamente y, como decimos siempre, ante un pesimismo general que se está convirtiendo en depresión a pasos agigantados. Con qué autosuficiencia ha dicho en los mítines del pasado fin de semana Arias Cañete, candidato del PP a las elecciones europeas, que las prospecciones petrolíferas no las puede parar ni la Comisión ni el Parlamento europeo, pues son competencia exclusiva del Gobierno español. ¿Qué pinta en todo esto el Gobierno canario? Nada. Absolutamente nada porque está presidido por un falso nacionalista. Un político que piensa que los problemas se resuelven consiguiendo que los medios de comunicación dejen de hablar de ellos.

No es así. Los problemas hay que resolverlos. El paro se soluciona consiguiendo que las empresas creen puestos de trabajo en vez de verse obligadas a despedir a su personal porque no tienen con qué pagar las nóminas. No circula el dinero porque no hay consumo. No puede haberlo mientras la hacienda española siga saqueando nuestros recursos. Seguimos cayendo al abismo aunque a veces se produzcan pequeños repuntes. ¿De qué sirven 1.000, 2.000 o 9.000 puestos de trabajo de un trimestre para otro, cuando tenemos, lo repetimos, casi 400.000 desempleados?

No son tiempos para las teorías del nacionalismo ni mucho menos para el falso nacionalismo. No es el momento de las medias tintas y las medias palabras. Hay que hablar con claridad y mencionar la independencia sin miedo. La independencia o la libertad, que es lo mismo aunque a algunos el término libertad les parece menos alarmante que el de independencia. No basta con quejarnos porque Canarias siga sometida a unos gobernantes que deciden en Madrid, a muchísima distancia de estas Islas. Hay que actuar. Pacíficamente, siempre sin violencia, pero hay que hacerlo porque nos estamos jugando nuestro futuro como pueblo. Quedarnos de brazos cruzados supone consentir el hambre y la miseria padecida por muchos de nuestros compatriotas. Supone tener a muchos de nuestros familiares lejos, obligados a una nueva diáspora porque los recursos de su tierra, con los que podrían alimentarse sobradamente, los usurpan otros.

Escribía Hilario Rodríguez el domingo en EL DÍA que "las ideas de libertad de Secundino Delgado no murieron con él. Otras personas recogieron la antorcha para seguir adelante en una batalla que aún no ha acabado, ni acabará hasta que el último pueblo sea libre para alcanzar su destino. El Vacaguaré de Canarias sigue hoy transitando por la vida de este pueblo colonizado, castigado y olvidado. Aún seguimos cargando a cuestas con la cruz de nuestra libertad perdida. Aún seguimos siendo unos pocos los que gritamos que nos están quitando el pan y la sal de nuestras manos. Esta tierra está siendo expoliada de sus riquezas por extranjeros que asientan aquí sus bancos y empresas. Nos quitan los puestos de trabajo, nos colonizan con funcionarios de una Administración central que sigue manteniendo en las islas miles y miles de personas encargadas de mantener el orden de la Metrópoli".

Unas palabras que hacemos nuestras íntegramente, con la salvedad de que ya no son unos pocos los que gritan contra los abusos del colonialismo. Antes eran pocos por ese temor siempre latente, pero cada vez son más quienes se deciden a expresar libremente lo que siempre han sentido. El canario nunca ha querido estar esclavizado. Si hasta ahora ha guardado silencio ha sido por miedo.

"Canarias está dormida", añade Hilario Rodríguez con esa claridad de palabra que tanto demandamos. "Y muchos canarios están durmiendo un sueño que les llevará a la muerte. Hoy más que nunca tenemos que pedir que el espíritu de lucha de Secundino Delgado salga de esta tierra y despierte a los canarios. Que les abra los ojos para darse cuenta de que nos han invadido con sus administraciones, sus papeles, sus uniformes y sus sonrisas. Que nos intentan hacer olvidar que somos un pueblo libre. Que nos quieren enterrar como a Secundino, muy abajo, para que nos pudramos. Pero no lo van a conseguir".

No lo van a conseguir mientras exista EL DÍA porque seguiremos adelante hasta que este pueblo recupere la libertad que perdió hace casi seis siglos.