¿A qué espera Ángela Mena para dimitir como concejala del Ayuntamiento de Santa Cruz? que se forme un tumulto de vecinos ante las Casas Consistoriales capitalinas? La señora Mena no sirve para el cargo que ocupa. Su gestión al frente de Viviendas Municipales ha sido desastrosa. Por segunda vez la oposición en peso de la Corporación capitalina le ha pedido que se marche o, cuando menos, que el alcalde Bermúdez le quite cualquier responsabilidad, ya que por ley no puede privarla del acta de concejal.

Ángela Mena se mantiene con el apoyo, más disciplinario que voluntario, de Coalición Canaria y del Partido Socialista. Este último siempre ha sido nefasto para Santa Cruz y sus intereses. Hasta la Plataforma de Afectados por las Hipotecas ha pedido el cese de la mencionada concejala. Salvo los nacionalistas y socialistas, los ediles de la capital la acusan de haber enviado papeles privados a un medio de comunicación. "Se trata de un documento confidencial del mismo nivel que una historia clínica, que contiene datos secretos y privados, y que se hizo llegar a un periódico cometiéndose un delito contra la intimidad de la persona a la que está referido, saltándose el secreto profesional y la deontología de los trabajadores sociales", ha manifestado la portavoz de la PAH, Inma Évora. Esta organización estudia qué medidas judiciales podrían adoptar contra Ángela Mena, que es, como saben nuestros lectores, la esposa del presidente del Gobierno de Canarias.

Discrepamos con lo dicho por Cristina Tavío de que el comportamiento de la señora Mena vuelve a colocar al Ayuntamiento de Santa Cruz bajo sospecha. Quien está bajo sospecha es la concejala a cargo de Viviendas Municipales por no haber cumplido con sus obligaciones. Ángela Mena se ha llegado a creer que es la virreina de Canarias. Se comporta políticamente como si fuese la primera dama de un país. Asiste con mantilla y peineta a actos organizados por autoridades de la Metrópoli que nos coloniza. Además, es un rara avis en Santa Cruz, pues ni nació ni vive en esta ciudad.

No menos esperpéntico es lo que está sucediendo con la Televisión Canaria. Amenaza Águeda Montelongo, diputada autonómica por el PP, con personarse en la sede de esta emisora para que le den una copia de los contratos que considera dudosos ya que el director de este organismo, Guillermo García, se niega a entregarle en el Parlamento de Canarias la información que le pide. ¿Por qué sigue Paulino Rivero manteniendo al señor García al frente de la Televisión autonómica? ¿Necesita el presidente regional que continúe haciéndole propaganda desde un medio que pagamos todos los canarios?

Se empeña Paulino Rivero en defender la actuación de Guillermo García con el peregrino argumento de que las cifras de audiencia avalan su buena gestión. La misión de la Televisión Canaria no es batir récords de difusión echando mano de programas de dudosa calidad. Su objetivo es fomentar los valores que tenemos los canarios como pueblo, que son muchos. La Televisión Canaria debería ser un referente indiscutible de nuestra cultura y, al mismo tiempo, el canal informativo para dar a conocer al mundo nuestra vergonzosa situación colonial. Debería ser la voz de los patriotas -una función que hemos tenido que asumir en EL DÍA- y también recoger el clamor de los cientos de miles de isleños sin trabajo. Cumpliría con su función la Televisión Canaria si en vez de ensalzar a Paulino Rivero todos los días sin ningún motivo, pues nada ha hecho el presidente para que lo pongan en un altar, mostrase, para vergüenza de este gobernante y de su camarilla política, las colas del hambre y también a miles de jóvenes despidiéndose, en medio de un mar de lágrimas, de los familiares que los acompañan hasta el aeropuerto el día que emigran en búsqueda del pan que les niega su tierra.

Canarias está empobrecida por culpa del colonialismo y porque el poco dinero que se queda aquí se malgasta en pagar sueldos de políticos y de personas que no están debidamente capacitadas para el cargo que ocupan. Puesto que ocupan tras haber sido designados a dedo por esos políticos, a quienes luego no les queda más remedio que entregarse en cuerpo y alma si no quieren perder el sueldo. El caso de Guillermo García es un ejemplo claro de lo que decimos.

Mientras tanto, muchos hombres y mujeres de estas Islas siguen apartados de la política pese a su valía. Independencia, ¿dónde estás que no vienes de una vez para acabar con esta chatarra política que nos ha caído encima?