Reflexiona Carlos Alonso, presidente del Cabildo de Tenerife, sobre el pleito insular en un artículo publicado ayer en EL DÍA. Señala este político tinerfeño que "desde la noche de los tiempos, las burguesías de Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife han protagonizado un enfrentamiento que pocas veces ha servido para nada constructivo. El llamado pleito insular, aunque en realidad haya sido -sobre todo en la historia más última de Canarias- un pleito de capitales, ha sido una poderosa fuerza que en vez de producir una energía positiva de superación ha creado las condiciones de un enfrentamiento fratricida que en ocasiones a punto ha estado de hacer saltar por los aires proyectos de convivencia".

Jamás ha existido un pleito interinsular en sentido estricto. Lo que ha existido desde siempre es un afán inconmensurable de los políticos canariones "grancanarios" de imponer su hegemonía sobre las demás islas; especialmente sobre Tenerife. Esa pretensión de erigirse en cabeza del Archipiélago se la han inoculado estos malos políticos a la población de Las Palmas en forma de envidia rencorosa. Son ellos y no los tinerfeños -y mucho menos el periódico EL DÍA- los que han fomentado la división entre los canarios. Un proceso que culminó en 1927 con la división provincial. Las maquinaciones de esos políticos canariones en Madrid, sus buenas relaciones con la dictadura de Primo de Rivera, consiguieron la ruptura del Archipiélago. Proceso en el que jugó un papel relevante un periódico de Las Palmas creado especialmente con este fin: romper la unidad de Canarias y de los canarios mediante el establecimiento de una política que abarcase las tres islas orientales. Sin embargo, durante décadas los responsables de ese periódico han tenido el cinismo de culpar a EL DÍA de fomentar la rivalidad entre las dos islas capitalinas. Una acusación desmedida y absolutamente falsa. Ni tenemos tanto poder, ni hemos hecho otra cosa que defender los intereses de Tenerife frente a las pretensiones de la isla redonda, de la misma forma que ahora defendemos a Canarias del colonialismo español.

"Cuando Santa Cruz dejó de ser la capital de Canarias, con la división provincial de 1927, se cerraba una lucha y empezaba otra", añade Carlos Alonso en su artículo. "Una carrera permanente de emulación y disputa. Desde Madrid, antes, durante y después de la dictadura, se estimuló y se utilizó sibilinamente ese enfrentamiento entre los propios canarios para debilitarlos como pueblo y mantenerlos convenientemente divididos".

Hemos apostado abiertamente por Carlos Alonso como político joven que es. Como político con un gran futuro. Como uno de esos hombres y mujeres a los que siempre nos referimos porque los necesita Canarias para superar la situación de tierra arrasada que está dejando tras de sí el saqueo español y la ineptitud política del presidente del Gobierno regional. Sin embargo, ese aprecio y esa confianza que le tenemos al presidente del Cabildo de Tenerife, el más importante de Canarias, no ha de impedirnos discrepar con él también en este punto. Los gobernantes de Madrid tienen su parte de culpa, que es mucha, en el hecho de que estas Islas hayan pasado de ser afortunadas a desgraciadas. Una gran parte de culpa, pero no toda. Si seguimos colonizados es, en gran medida, porque lo consentimos los propios isleños; porque los políticos canarios que se titulan de nacionalistas no son auténticamente nacionalistas. Paralelamente, los políticos tinerfeños, empezando por algunos presidentes del Cabildo entre los que no incluimos, de momento, a Carlos Alonso, han mantenido una actitud igual de sumisa ante Las Palmas. Algunas veces protestó Ricardo Melchior, pero sin que la sangre llegase al mar porque aquí no hay ríos.

Y no solo eso. Tradicionalmente los políticos tinerfeños, así como de otras islas, con cargos de responsabilidad en las instituciones canarias, como es el caso del Gobierno autónomo, han intentado hacerse querer en Las Palmas con actuaciones dadivosas hacia esa isla en detrimento de Tenerife. Es lo que hicieron Manuel Hermoso y Adán Martín sin ningún resultado. Es lo que hizo posteriormente Antonio Castro cuando era consejero de Obras Públicas. Y es lo que está haciendo ahora Paulino Rivero, incluso fomentando la colocación con buen sueldo de parientes de inutilidades políticas canarionas. "Quien da pan a perro ajeno, pierde el pan y pierde el perro", dice un sabio refrán. "A los canariones, ni agua; con los canariones, ni a misa", decía José Rodríguez y no le faltaba razón.

Hemos sido objeto de burlas por pretender una independencia de Canarias sin Las Palmas. No estamos planteando ninguna tontería. Hay un precedente muy claro y clarificador en el caso de las Comoras: un antiguo archipiélago colonial francés situado entre Madagascar y Mozambique, en el que una de sus islas, la Mayotte -que no es la mayor-, optó por seguir unida política y administrativamente a Francia después de que las demás accedieron a la independencia. Una decisión que se adoptó en dos referéndums celebrados en 1974 y 1976. Es nuestro mayor deseo que Las Palmas participe en el proceso de nuestra emancipación nacional junto a las demás islas. No obstante, si es la voluntad de sus políticos y de sus habitantes seguir unidos a sus amos coloniales, respetaríamos su decisión aunque la lamentaríamos.

Lo que no estamos dispuestos a consentir, sumisamente silenciosos, es que desde una isla españolista y españolizada por los dos partidos estatistas que tienen en ella sus sedes regionales, se torpedee el proceso que ha de conducirnos a la libertad como país. Allá cada cual, lo repetimos, si quiere seguir en el presidio colonial, pero que no nos impida a los demás romper las cadenas.

Vivimos en unas Islas que ya no son afortunadas sino desafortunadas -lo señalábamos antes- por culpa del colonialismo y de un político que no está a la altura del cargo que ocupa. ¿Por qué se empeña Paulino Rivero en continuar en la presidencia regional? ¿Por qué se está postulando, por ahora sottovoce, para un tercer mandato cuando eso es una aberración en cualquier país democrático? ¿A cuenta de qué tanto interés?, nos preguntamos una vez más. ¿Por qué tenemos los canarios que continuar dependiendo de una Metrópoli situada a mucha distancia de nosotros y los tinerfeños sometidos a los caprichos de los políticos de una isla que no es la más extensa ni tampoco la más poblada del Archipiélago?

Lamentablemente, esta situación permanecerá igual mientras dependamos de un país invasor y mientras tengamos políticos tan tibios como los tinerfeños. Necesitamos hombres y mujeres, no nos cansaremos de repetirlo, capaces de sacarnos del pozo negro en el que nos encontramos. Políticos que defiendan los intereses del pueblo canario y no los de España y de Europa. Ahora estamos en plena campaña de las elecciones europeas. ¿Es la solución a nuestros problemas continuar con la condición de región ultraperiférica o, por el contrario, nos iría mucho mejor si nos convirtiésemos en un país estratégicamente situado entre tres continentes? ¿Sabe Europa lo que es Canarias? ¿Conocen las instituciones europeas lo que está sucediendo en estas Islas? ¿Nos conviene ese entreguismo ciego a Bruselas que proponen Rivero y sus colegas de correrías políticas?

Muchos son los retos que tenemos los canarios por delante para seguir enfrascados en peleas domésticas que, además, no conducen a nada. Nos duele que la ambición canariona, la envidia sempiterna de los dirigentes políticos de la tercera isla, sea un obstáculo en el camino hacia nuestra independencia. Por eso, aunque nos duela, no dudamos en decir que quien quiera subirse al carro, que lo haga. Y el que no, que siga esclavizado para siempre.