Hablaba nuestro articulista Roger en su columna de ayer del gran dilema que supone para los diputados y senadores canarios del PP y del PSOE la defensa de los intereses de estas Islas en Madrid, no solo en el caso de los sondeos en busca de hidrocarburos. Se pregunta Roger "si los senadores, y también los diputados, canarios del PP y el PSOE van a anteponer siempre los mandatos de sus partidos a los intereses del pueblo que los vota, que es el canario. Es impensable que un cameral británico vaya en contra de los intereses de su distrito, por muy conservador, laborista o liberal que sea. Primero está el barrio, después el partido. En Canarias no se ha dado, que yo recuerde, jamás el caso de un diputado o senador del PP y del PSOE que haya roto la disciplina de voto en favor de los intereses de su pueblo". Hasta en eso somos desgraciaditos en estas Islas, antes afortunadas y hoy arrasadas por la miseria, añadimos por nuestra parte.

No nos sirven los diputados del PSOE y del PP -lo decíamos en nuestro comentario de ayer- porque están sujetos a la disciplina de sus respectivos partidos. Han de hacer lo que les dicen desde Madrid o la próxima vez no van en las listas. Dentro de Canarias, obedecen estos parlamentarios las instrucciones que les dictan desde Las Palmas, que es donde están las sedes regionales de socialistas y populares. Decisiones que en múltiples ocasiones suponen un grave menoscabo para los intereses de Tenerife.

Resulta cuando menos sorprendente que quienes durante años han criticado a EL DÍA, y de forma especial a su anterior editor, por decir que la única opción de futuro para este Archipiélago es conseguir la independencia, se alarmen ahora ante el servilismo en la capital de la Metrópoli de estos representantes de los canarios. Nos estamos refiriendo a los dos partidos estatistas. Si pensamos en el colaboracionismo de CC, nos ponemos a llorar a lágrima viva. A unos y otros les decimos que nuestra apuesta por que Canarias alcance su soberanía nacional no es un capricho; es la conclusión lógica tras años de lucha, y también de frustraciones, para conseguir que los canarios disfruten de un bienestar equiparable al de los ciudadanos de los países desarrollados. Un nivel de vida al que tenemos pleno derecho porque formamos parte de un pueblo laborioso. Lo hemos demostrado en todos los países que han acogido a nuestros emigrantes. Una diáspora que ha vuelto a producirse en estos tiempos debido a la crisis que padecemos.

Que nadie nos venga a estas alturas con el cuento de más autonomía y de nuestro "encaje" en la Unión Europea. En esta Casa estamos de vuelta de todo eso. Hace tiempo que llegamos al convencimiento de que la vía autonómica no sirve para nada. La autonomía de Canarias solo les vale a los españoles para ocultar que somos una colonia y que, como tal, recibimos el tratamiento de los territorios ocupados y esquilmados. La solución a nuestros problemas no está en conseguir más autogobierno, como propugnan Paulino Rivero y sus colegas de partido y de Gobierno regional; la solución es tener todo el autogobierno. Es decir, poseer la libertad de las naciones libres para organizarse según les conviene y para decidir plenamente sobre sus propios recursos.

Es absurdo que se sigan discutiendo asuntos de competencia estrictamente canaria tanto en el Congreso de los Diputados como en el Senado. Y lo es mucho más que los políticos canarios, tanto los del PSOE como los del PP y de CC, no antepongan los intereses de sus votantes a los suyos propios o los de su partido. ¿Cometeremos la estupidez de volver a votar por ellos?

Afirma también Roger que "somos una tierra que necesita estar representada en las instituciones del Estado por patriotas canarios, no por colaboracionistas de partidos que no defienden bien nuestros intereses, los supremos intereses de este Archipiélago perdido en el mar". Coincidimos en el fondo pero discrepamos en un detalle: como pueblo no necesitamos estar representados en ninguna institución del Estado español. Lo que necesitamos es libertad para administrarnos a nuestra conveniencia. Lo que necesitamos no son las Cortes españolas, sino un Parlamento de Canarias digno de ese nombre porque salgan de él leyes discutidas por canarios que piensan en su tierra sin ataduras colonialistas. Y eso tiene un nombre: independencia, aunque a muchos los siga alarmando esta palabra.