1.- Yo no he visto pollabobada mayor que la palabra con la que hoy se llenan la boca los cursis: sostenible. Ahora todo es sostenible, lo que lo convierte en insostenible. Hasta los más lerdos hablan de sostenibilidad, que realmente no sé lo que significa aplicado a la ecología, al medio ambiente y a todas esas asignaturas que están muy bien para los expertos, pero que suenan muy mal en la boca de cualquier concejal de pueblo, que suelta lo de sostenible como quien se tira un pedo, con la barriga por fuera y haciéndose el ecologista. El mago ha cambiado lo de obsoleto, que es una palabra que no entiende, pero que le suena bien, por lo de sostenible. Ya les conté una vez que me estaba comiendo un bocadillo en el Guaydil, en Güímar, cuando un parroquiano que se había mandado un bocata mayor que el mío y estaba pidiendo insistentemente la cuenta, soltó: "¡Toño, no seas obsoleto y dame la cuenta!". Nunca supe por qué el mago confundió la tardanza del dueño en ajustarle la dolorosa con un supuesto e imposible asunto demodé.

Pues con lo sostenible ocurre más o menos lo mismo. Hay cada rebenque por ahí, en los pueblos, hablando de economía sostenible que yo me quedo perplejo. Porque en su analfabetismo funcional, el edil de turno no tiene ni zorra idea de lo que significa el palabro, ni de las consecuencias de su incorrecta y absurda aplicación. El festival lingüístico con algunas palabras es, sencillamente, curioso. La palabra evento es otra de las preferidas por el rebenque. "¿Dónde vas?": "A un evento". Encima, la Academia les ha dado alas, a fuerza de llevarse por el uso. Evento (de eventual) era antes un acontecimiento de final incierto; por ejemplo, un partido de fútbol. Una boda no era un evento, porque los novios se casan seguro, a no ser que uno de los dos se dé a la fuga, que no es lo habitual aunque probablemente debería serlo. Ahora evento es todo: lo previsible o lo incierto de la conclusión del acto son lo de menos.

3.- Ya se sabe que el mago lo caza todo al vuelo, pero suele cazarlo mal. Y lo peor es el mago que quiere ir más allá de donde debe estar. El mago confianzudo. Ese espécimen es terrible y linda con lo irracional. Lanza las palabras al viento sin importarle cómo las trata: "Estoy catarrado"; "me estoy caendo"; "ella tiene una úrsula (por úlcera) en el estógamo"; "el médico me dijo que yo padezco del caño del orín (la próstata)". El castellano es tan rico y la Academia lo ha hecho tan ramplón que el idioma está adoptando sólo las formas populares. Da igual decir "en loor de multitud" que "en olor de multitud". La multitud es sostenible: huele que apesta.

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