Para entendernos, lo que aceptó el Ministerio y Paulino Rivero nos vende como gran logro es lo siguiente: usted empresario que obtiene beneficios con su negocio, declare el año próximo en el impuesto de sociedades que quiere destinar una parte a la reserva para inversiones (RIC), dígale a Hacienda en qué piensa invertir el ahorro fiscal durante los siguientes ejercicios -si se trata de bienes equipo, de elementos de transporte o, ahora como novedad, de gastos de personal-, guarde el dinero, cumpla con su palabra, invierta y contrate, y no se olvide de mantener a todos sus trabajadores durante cinco años. Efecto inmediato contra el paro, ninguno.

Si no lo consigue (mantener la plantilla ampliada durante ese tiempo) los amables inspectores de la Agencia Tributaria le pedirán que devuelva la desgravación con una sanción mínima del 50% en la mayoría de los casos, más los intereses al 5% anual, amenaza de inspección que no prescribe hasta 2029. Llámeme aguafiestas si quiere, señor Rivero, pero acepte que su equipo negociador actúa muy alejado del mundo real. Insiste en un instrumento fiscal de dudosa reputación, que era buena idea, pero que está pervertido, ha servido para generar la burbuja que todavía muchos niegan, aquello del "Apto para la RIC", no solo inmobiliaria, sino también de exceso de capacidad de producción y además tantísimos problemas de falta de liquidez.

El empresario no quiere dotar RIC porque está escaldado, porque la inspección, en su afán recaudador, ha encontrado un blanco fácil, cuestiona la justificación de las inversiones, sanciona primero, con razón o sin ella, obliga a pagar y luego analiza la reclamación que casi siempre acaba en el juzgado. La RIC no funciona porque no hay seguridad jurídica. El empresario que gana dinero, una minoría, créame o pregunte al Istac, no quiere dotar RIC porque no sabe qué va a pasar, sus planes de crecimiento se han ido al traste y el futuro inmediato es incierto: imposible el compromiso a cinco años vista. Quien pretenda crecer invertirá y contratará personal, seguro, pero no usará la RIC porque querrá poder dar marcha atrás con el menor coste posible en caso de que fallen sus previsiones. Eso se llama ajustar la oferta a la demanda, el mecanismo que utilizan las empresas para sobrevivir; la subvención -ese ahorro fiscal- distorsiona.

Imite a los millonarios de Luxemburgo y su zona libre de impuestos para el comercio del arte aprobada por la UE. Menos enredos, pida más libertad.

pablo@zurita.es