Ya tenemos los resultados y los análisis, donde cada cual cuenta lo que le parece con tal de disimular sus fracasos o de exaltar sus éxitos. Pero la sensación que se tiene es que se ha votado en unas elecciones en las que el voto camina por espacios diversos, inconsecuentes, donde aquello que se ha dicho hasta la saciedad, como que la democracia es el gobierno del pueblo. Este pueblo perplejo no sabe para qué sirve su voto, qué caso le harán y si es capaz de doblegar voluntades políticas dentro de una democracia, la europea, que renquea y que hace aguas por todos los lados, donde prevalece lo económico más que otra cosa.

Nosotros, los votantes, podemos tener un una percepción diáfana de quiénes somos y que, como parte de ese pueblo que dice gobierna, podemos asumir cierto protagonismo, siquiera en ese momento que depositamos el voto en la urna; pero no tenemos claro quién nos gobierna, y si sirve para algo nuestro deseo. La duda asiste y se plantea con toda crudeza. Porque se tiene tanta información deformada de donde viene el poder, el cual se va, teóricamente a apuntalar con el voto, que ignoramos quién manda en Europa.

Tal vez nos gobierna la Comisión?¿O el Consejo? Porque también nos dicen que quien está detrás de todos los asuntos europeos y quien nos tutela es Alemania; lo que diga y haga Alemania es lo que prevalece. Sus normas y directrices se aprueban sin más, y cuando hay alguna duda, las impone. Por otro lado, cansados estamos de oír que es el Banco Central Europeo quien decide , quien nos aprieta el nudo de la corbata o quien no permite que se nos afloje el cinto de los pantalones. Y, también, no hay que dejarlo atrás, que quien manda en realidad es la troika.

Ante esto no queda otra alternativa que pronunciarse por que la democracia en el ámbito de esa entelequia que denominamos Europa está ausente, porque no existe un espacio político diferenciado y, sobre todo, que no hay instrumentos adecuados para que la democracia se implante y se desarrolle. De ahí se podrá sacar la conclusión del por qué esa degradante abstención que pone en solfa el mismísimo sistema democrático, que con una participación del 43,11 por ciento, lo deja tocado de muerte.

O sea en Europa manda la abstención, que es mayoría y un conjunto de estructuras inconexas manejadas al final y al principio por el mercado. Y detrás de todo se intenta extrapolar a otros comicios venideros lo acontecido, y nada tendrá que ver, aunque, eso sí, se han dejado oír algunos avisos para navegantes para que cambien, pero a tiempo, su hoja de ruta.