Algún día disfrutaremos en Canarias de una situación económica y social suficientemente cómoda para que no nos ocupemos de problemas o acontecimientos españoles ni de ningún otro país. No porque alguien nos lo prohíba, sino porque estaremos tan plenamente satisfechos con lo nuestro, tan extasiados con las bellezas de nuestra tierra y tan sobrados en materia económica al administrar nuestros recursos en beneficio propio, que miraremos con cierta distancia -o escepticismo- cuanto acontezca más allá de nuestras fronteras. No queremos decir con esto que lleguen a ser indiferentes para nosotros las calamidades ajenas, o que no nos alegremos con los éxitos de otras naciones. Tal actitud sería inhumana. Lo que afirmamos es que, alcanzado ese estatus de desarrollo social, habremos superado como pueblo la angustia vital de depender de lo que hagan otros para asegurarnos nuestra supervivencia. En estos momentos pasamos las mismas angustias de esos equipos de fútbol cuando, después de una mala temporada, dependen de lo que hagan los rivales para salvarse del descenso.

En Canarias llevamos mucho tiempo dependiendo de decisiones ajenas para afrontar nuestras dificultades. Nada menos que casi seis siglos en manos foráneas. Ocurre con el desempleo, con la sanidad y sus colas tercermundistas para recibir atención hospitalaria y también, y a eso vamos, con la posible existencia de hidrocarburos comercialmente rentables. El lunes de esta semana celebró el Gobierno de Canarias un consejo extraordinario con el fin de adoptar medidas ante la Declaración de Impacto Ambiental que da el visto bueno a los sondeos petrolíferos en aguas cercanas a Canarias. Una reunión que quedó en segundo plano ese día por la abdicación del rey de España. Ayer publicábamos que las instituciones canarias estudiarán posibles acciones penales contra los responsables de las autorizaciones e informes de las prospecciones petrolíferas que tramita Repsol. El propio presidente del Gobierno regional, Paulino Rivero, ha reiterado que "si observamos que ha habido desviación de poder en su tramitación, vamos a actuar con todas las consecuencias".

¿Qué consecuencias?, nos preguntamos nosotros tal vez con ingenuidad. ¿Es que acaso tiene el Gobierno de Canarias potestad sobre esas aguas? ¿Es que tiene alguna validez la cesión del mar territorial que en su día nos hizo José Luis Rodríguez Zapatero cuando era presidente del Gobierno de España? Lo importante para Canarias no radica en "prospecciones sí" o "prospecciones no". Lo que realmente nos incumbe es el beneficio que vamos a obtener de esos yacimientos de petróleo y gas, en el caso de que existan. El riesgo siempre está presente. Subsiste cierto peligro de contaminación aunque las prospecciones, así como las posibles extracciones, las realice Marruecos. Aciertan quienes esgrimen ese argumento, con la circunstancia añadida que las normas de protección de la naturaleza son más laxas en el reino alauita que en la UE. Si del mal, el menos, lo mejor es que lo haga una empresa propia que una extranjera.

Es obvio que este enfado del Ejecutivo autonómico no tendría razón de ser si quien decidiese sobre los asuntos importantes para nuestras Islas fuese el Gobierno de Canarias y no el Gobierno de España. No queremos ser reiterativos en temas respecto a los que hemos manifestado muchísimas veces nuestra opinión. Necesitamos más autogobierno. Necesitamos, ¿por qué no?, el estatus al que aspiran catalanes y vascos, con más razón que ellos porque esas comunidades autónomas forman parte de la Península ibérica, mientras nosotros estamos a 1.400 kilómetros de sus costas y a 2.000 de Madrid.

Hoy se queja el Gobierno regional y algunas importantes instituciones de este Archipiélago de que los gobernantes españoles están actuando con estas Islas como si fuésemos una colonia. No será porque no lo hemos dicho hasta el cansancio en nuestros comentarios y editoriales. Se habla ahora del petróleo pero, ¿qué decir del comercio? ¿Cuántas tiendas han cerrado en Santa Cruz y en toda Canarias? ¿Cuánto tiempo hace que los millones de turistas que nos visitan cada año no tienen el aliciente de antaño de comprar más barato aquí que en la Península y en sus países de origen?

Protestando porque nos impongan las prospecciones estamos tratando los síntomas en vez de atacar la enfermedad. El gran problema de Canarias es esa mencionada carencia de autogobierno, unida a una actitud mendicante en Madrid. Nos falta fuerza porque tampoco tenemos la unidad regional necesaria para generarla. Las Palmas, siempre en manos de políticos insularmente egoístas y sede regional de los dos partidos estatistas, prefiere llevarse bien con España antes que defender los intereses de Canarias por encima de cualquier absurdo pleito entre islas capitalinas. Seguir protestando sin posibilidades de que nos hagan caso es como predicar en el desierto; un sermón perdido.