Dicen que el que tiene un amigo tiene un tesoro, y como todo en la vida, es relativo, pues hay circunstancias en que son fundamentales y casos en que se convierten en tu peor enemigo.

Desde pequeño me sirvieron de experiencia las costumbres de mi padre, militar de alta graduación, y cuyo mejor amigo era zapatero. En aquella época y contexto esa amistad hubiera sido insalvable, pero no fue así porque ambos tenían gustos en común, la caza y la buena charla. Cuando falleció mi padre, su amigo estaba inconsolable. Fue enterrado en el cementerio de Jaén y la familia nos trasladamos a Tenerife, por lo que encargamos a una amiga que pusiera flores en su nicho, y nos decía que nunca le faltaron, que siempre las había frescas cuando ella iba. Esa fue una de las muchas demostraciones de su gran amistad.

En mi caso puedo decir que tengo y he tenido variedad de amigos, por supuesto sin contar como tales a los simples conocidos, aunque con el roce y el cariño algunos se han convertido en buenos compañeros de la vida. Los de la infancia y la juventud nunca se olvidan, como tampoco los del servicio militar. Son excelentes los que se sacrifican por ti sin exigir nada a cambio, y esos tristemente solo puedes contarlos con los dedos de una mano. Hoy quiero dedicar estas líneas a los de mi etapa en Jaén, pues en mis vivencias ha habido una gran afinidad con esta zona andaluza.

Jaén es una provincia a la que hay que ir, no se pasa de casualidad. La estación de trenes más importante esta en Espeluy a unos 40 km. de la capital. Es muy extensa y tiene más de cien pueblos, algunos como Baeza y Úbeda, que son Patrimonio de la Humanidad; o Martos, que produce más aceite que nadie; pero también están Linares, Andújar, La Carolina, o Torredonjimeno, donde nació mi padre. Muy cerquita, Torredelcampo, pueblo oriundo de Juanito Valderrama, del que cogí la idea para este comentario porque me trajo muchos recuerdos al ver el domingo pasado en 13TV una película suya titulada "El emigrante".

La comarca linda con Extremadura y Castilla, por eso dicen que el jienense habla muy buen castellano. Tiene una catedral muy bella, donde está el Santo Rostro, y otros grandes monumentos, como el castillo de Santa Catalina. Es barata para vivir, y tiene acceso a todo, destacando la buena cocina, pues recibe pescado fresco de Málaga diariamente.

Viví allí durante más de diez años. Residíamos en buenas viviendas, y formábamos una comunidad de la llamada clase media de entonces, muy solidaria y donde todos nos conocíamos, porque convivimos con la época de racionamiento.

Hice grandes amigos a los que jamás olvidaré, y casualmente hace unas semanas uno de ellos me localizó a través de un diario local y desde entonces me llueven los correos electrónicos. Me apodaban "Pepe el Canario", cuando en la provincia solo había tres familias de las islas, dos de aquí y otra de Las Palmas. Sus palabras me han hecho recordar esa etapa y muchas anécdotas olvidadas, amigos de juegos, dónde y cómo vivían cada uno... Se han reunido para enviarme fotos y contarme cómo les ha tratado la vida, y aunque han pasado más de sesenta años los he reconocido a casi todos. Muchos ya no están, y otros se han trasladado a otros lugares del país o al extranjero.

Hace años organizaron un encuentro con todos los moradores. Luisito Guzmán, Pedro y otros se encargaron del encuentro, que fue emotivo, y a mí, por ser de los más lejanos, me hicieron un homenaje del que guardo un imborrable recuerdo. Son gente buena, cariñosa y afectiva, que mantiene los recuerdos del pasado con dignidad. No olvidan que vivimos una dura postguerra con mucha escasez.

A veces pienso que esa es una de las carencias de la juventud actual, al haber tenido acceso a todo y que les ha llevado a no saber preservar el tesoro que sus padres les legaron.

Deseo que vuelvan a organizar otro encuentro y pueda estar allí, y desde la distancia continuaré comunicándome con ellos. Mi afecto más sincero por una infancia y una juventud imborrable de recuerdos.

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