Que me escriba un señor y en la firma asegure que se llama Juan Trujillo significa para mí que puede llamarse, en la realidad, Clodoaldo Cifuentes o Emerenciano Duarte. Quiero decir que no sé quién es el tal Juan Trujillo. Pero lo importante, al menos para mí, es que me escriba el tal señor para mostrarme su enfado por haber escrito yo hace un par de semanas que Homero, según ciertas opiniones, no solo era ciego, sino que ni siquiera existió. ¿Y qué culpa tengo yo, don Juan, de que haya habido historiadores y literatos que piensen o crean que las cosas son así? Yo dije que sí creía en la existencia de Homero y lo situé en el siglo que mis profesores de Literatura me dijeron cuando yo estudiaba bachillerato. Que fuera o no fuera ciego ya es otro cantar, aunque tampoco estoy con la preparación suficiente para afirmarlo o negarlo.

Pero le digo aun más. La existencia de Ulises -no la de Homero- está siempre en tela de juicio. Hay quienes lo consideran un personaje de carne y hueso y quienes piensan que se trata de un hijo legítimo de la calenturienta mente homérica. De ser cierta esta última versión, yo me quedaría con el desconsuelo de no poder creer que el exótico navegante hubiera estado en Garachico calafateando sus naves en nuestro entonces gran puerto, el más importante de Canarias. ( O sea, que no era un puerto de juguete como el que tenemos hoy, sino un puerto como Dios manda).

Pero no debería usted asustarse por tan poca cosa. Por si no lo sabe le diré que del gran don Guillermo Shakespeare, Williams o Chéspir para los amigos, se ha dicho que no escribió ni "Hamlet", ni "El sueño de una noche de verano", ni "Otelo", ni "Las alegres comadres de Windsor", ni cosas así. Se asegura que se las escribió su negro particular. Ya sabe usted que algunos autores tienen su negro particular que les escribe las obras a las que luego ellos, los famosos, les ponen su firma y santas pascuas. Incluso se ha afirmado que muchas obras de don Guillermo las escribió don Cristóbal Marlowe, también dramaturgo, anterior a Shakespeare, y que no solo escribió obras propias, sino que tradujo al inglés las de Ovidio y Lucano. ¡Ya ve usted cómo son las cosas! Pero yo sí creo fervientemente en Chéspir y no en ese negro que le atribuyen.

Pero, además, don Juan, no tenemos que salir de España para ver cosas como estas. Mire usted: cuando yo era un muchacho de 18 años fundé, con un equipo de amigos, un grupo de teatro. Recuerdo que una vez se representó una obra de don Gregorio Martínez Sierra, titulada, si mi memoria no me es infiel, "El pobrecito Juan", que nada tenía que ver con "Canción de cuna", la más célebre obra del no menos celebre -entonces!- don Gregorio. Un don Gregorio que, además de dramaturgo, era empresario teatral de la celebérrima actriz doña Catalina Bárcenas, que a usted no le sonará de nada. A mí sí me suena porque tengo 84 años. Pues bien: descubrimientos recientes nos vienen a decir que don Gregorio no escribió ni una sola letra de tales obras. Dicen que toda su producción literaria había salido de la mente y de la mano de su esposa, llamada María de la O Lejarreta, pero que terminó llamándose -no sé por qué- María de la O Martínez Sierra.

Como verá usted, don Juan, si Martínez Sierra no escribió "Canción de cuna", si el bueno de Shakespeare no escribió "Macbeth", si los llamados negros han abundado tanto, ¿por qué se extraña usted, no solo de que Homero fuera ciego e incluso de que no hubiera existido, sino de que Ulises, en lugar de una persona, un navegante, fuera solo una idea salida de la creatividad de alguien? Lo peor de todo esto es que yo me quede con la magua de que Ulises, el gran Ulises, nunca estuviera en Garachico. A los garachiquenses siempre nos ocurren cosas raras.