No añadimos nada nuevo al discurso político habitual si decimos que Canarias es un territorio fragmentado con importantes diferencias entre sus islas. ¿Qué tienen en común, por ejemplo, Lanzarote y La Palma? Su paisaje es radicalmente distinto, al igual que su clima y hasta su economía. El elemento en común entre territorios tan dispares radica en la canariedad de sus habitantes. Los palmeros son tan canarios como los conejeros, los majoreros o los herreños. Como los ciudadanos de cualquiera de las siete islas.

¿Es este un elemento suficiente para mantener cohesionada esta región? Por sí mismo, no. Alguien dijo que el mar une a los pueblos pero las tierras los separan. Como frase lapidaria queda bien. La realidad es distinta. El mar que nos rodea nos aísla a unos canarios de otros y configura nuestra personalidad colectiva como un hecho tan dividido como la propia geografía. Podíamos hablar de esto -muchos lo han hecho durante páginas y páginas- hasta el cansancio; hasta caer en los tópicos de siempre. Esos círculos viciosos acerca de lo que podemos ser y lo que en realidad somos que nunca nos han conducido a nada y nunca lo harán.

Más que ese sentimiento de ser canarios -a nosotros nos gusta hablar más de Canarias como país que como región española-, más que esas señas de identidad, que muchas veces quedan un tanto diluidas, existen unos problemas comunes a todas las islas que nos unen de forma dramática. Apuntábamos la semana pasada, en uno de nuestros editoriales, que el verano es tiempo de descanso. Una época propicia para apartar los problemas y recuperar fuerzas, pero también -precisamente por esa relajación de la tensión diaria- un paréntesis adecuado para la reflexión. Porque, como también señalábamos, a la vuelta de septiembre, de octubre, cuando comience ese otoño que siempre se anuncia caliente sin que luego suceda nada especial, esos problemas que hemos dejado momentáneamente a un lado seguirán esperándonos como malhechores en un recoveco del camino.

Reflexión sobre nuestro futuro. Esa es la tarea para este verano. Porque, por más que queramos suavizar la tragedia informativa de cada día -parece que las buenas noticias no son noticias-, la realidad se impone. Ayer mismo publicábamos que más de 700 vecinos de Granadilla han recabado ayuda jurídica para tratar de sortear los desahucios a los que se enfrentan. Como informábamos, alrededor de 1.300 ciudadanos de esta localidad sureña han recibido asesoramiento jurídico en el último año a través del servicio gratuito que ofrece la Concejalía de Servicios Sociales, Promoción y Reinserción Social. Más de la mitad de estas personas recabaron asesoramiento jurídico por motivo de desahucio hipotecario. Un aspecto que refleja la gravedad de la situación económica. ¿Pero no nos han estado diciendo durante los últimos meses que la crisis se está superando y que, consiguientemente, los lanzamientos por impagos de hipotecas o por no poder hacer frente al alquiler han tocado fondo?

Intentamos no amargarle a nadie las vacaciones. i a los que ya las disfrutan, ni a los que lo van a hacer el próximo mes. Sin embargo, tampoco estamos dispuestos a ocultar la realidad -eso es lo que querrían algunos políticos- pues tal comportamiento significaría un engaño a nuestros lectores; una traición a la confianza que han depositado en nosotros. "La crisis dispara la pobreza en el Archipiélago", publicábamos el pasado domingo. "Se mida como se mida, la pobreza hace mella en las Islas y avanza sin freno desde el inicio de la crisis sin que parezca revertirse la situación", señala el reportaje firmado por Carlos Acosta. "La conclusión es inevitable a la luz de los datos aportados por ambas universidades públicas canarias en el estudio Canarias20 encargado por Coalición Canaria. Para empezar, el índice de pobreza económica aumentó más del doble entre 2008, año del inicio de la crisis, y 2011. Es la mayor subida de todo el país". ¿Pero no estábamos saliendo de la crisis?, volvemos a preguntarnos.

Lo estamos. Hemos tocado fondo. Las grandes cifras de la economía -ese subterfugio de los políticos para que no cunda el pánico y la gente se rebele decididamente contra ellos- indican que vamos a mejor. o seamos más catastrofistas de lo estrictamente necesario. Sin embargo, la mejoría en los grandes números todavía tardará algún tiempo en llegar a los bolsillos de la población. Y cuando llegue no estaremos en los niveles previos a la crisis, cuando no atábamos a los perros con longanizas pero pensábamos que sí. Lo dramático de este largo proceso es el número de ciudadanos que se han quedado por el camino. Empresarios que antes mantenían una actividad próspera han quedado en la ruina. "Antes teníamos 47 empleados", nos contaba recientemente uno de ellos. "Luego pasamos a 20, después a 7 y ahora solo quedo yo y dos más". Una historia que se repite en cada esquina, al igual que la de miles y miles de ciudadanos que antes disponían de un empleo y ahora han perdido su casa, sus ahorros y hasta sus esperanzas. Han perdido todo lo que hace digna la vida de un ser humano. Ese es el trasfondo del reportaje dominical al que nos referimos.

Tampoco mejoran las cosas en la sanidad pública. También publicábamos el domingo que la espera media para ser operado en el Servicio Canario de Salud es de cinco meses. o parece que los esfuerzos de los responsables de este sector estén dando frutos. En el Hospital Universitario de Canarias la espera media descendió en dos días a lo largo de los últimos seis meses, mientras que en el Hospital de la Candelaria la reducción llegó a la semana. Tal y como están las cosas, nos alegramos de que en estos dos centros, claves para la atención sanitaria en Tenerife, el problema no haya ido a peor.

Algunos pacientes se mueren en las listas de espera para recibir atención hospitalaria antes de que les toque el turno de ser atendidos. Llevamos años diciéndolo en nuestros editoriales y comentarios. Un hecho que se oculta vergonzante y vergonzosamente, pero que es real. ¿Culpables? Sin duda los responsables del sistema sanitario. Queremos pensar que no por negligencia, aunque sí por incapacidad de gestión. Sabemos que el reto es difícil porque ha aumentado la población que necesita asistencia médica debido a una mayor longevidad, pero el problema es demasiado grave para que nos resignemos a no hacer nada.

o son estos los únicos problemas que, desgraciadamente, unen a los canarios de cualquier isla. Decimos desgraciadamente porque no es bueno estar vinculados por los infortunios. Mal de muchos, consuelo de tontos, reza el refrán. osotros soñamos con una Canarias próspera. Aspiramos a que nuestra seña de identidad sea el progreso, el bienestar de todos los isleños. Tal era el sueño de Leoncio Rodríguez y de José Rodríguez, continuador de la obra del fundador de esta Casa que ahora está en nuestras manos. Podemos conseguirlo. Depende de nosotros. Depende de que sepamos elegir, cuando llegue el momento -y ese momento es el próximo año-, a los hombres y las mujeres adecuados. Gente nueva. o necesariamente jóvenes ni tampoco personas con años a sus espaldas, porque la buena gestión no es un asunto de edad sino de eficacia, de ganas de trabajar y de integridad moral para anteponer los intereses colectivos a las ambiciones personales, legítimas en muchas facetas de la vida pero incompatibles en política.