La izquierda española no ha tenido en toda su historia un solo teórico. Es un caso raro, al tratarse de una izquierda europea que ha carecido por completo de pensamiento político y una filosofía moral propia. No aparece en ella ni por asomo ningún Bernstein, Kaustky, Bauer, Lasalle, Saint Simon, Nizan, Gramsci, Althusser, Owen, Herzen... ¡Nadie!

Ortega y Gasset, durante su época de simpatías socialistas, se lamentaba de que, lejos de lo que había ocurrido en Inglaterra con los fabianos o en Alemania con los socialdemócratas, donde habían sido creaciones teóricas de intelectuales que habían fecundado en la clase obrera, en España fueron trabajadores manuales quienes crearon el partido socialista.

A cambio, en praxis, acción directa y excesos, cubrimos todas las carencias de pensamiento. No se puede tenerlo todo. Tampoco ha habido filósofos de primera fila, aunque sí soporíferos y escolásticos como Sotelo, Lledó o Sacristán.

Estar huérfanos de tradición teórica e intelectual de izquierda puede ofrecer muchas oportunidades de lucimiento, no hay nada como carecer de base, preparación y tradición, y la prueba fue Zapatero y staff. Siguiendo a Ortega en la selección inversa, se fue directo al casting y al book: necesitaba una chica joven y embarazada para Defensa (como nos descubrió Leguina), o una pizpireta enrocada de siempre en el partido en Cádiz u otra en Alicante. Claro, las ministras posaron espléndidas para Vogue.

La enajenación del mundo de las ideas políticas permite acuñarlas en cualquier momento -¡no hay como no haber estudiado nada!- consiguiendo aquel éxodo de los conceptos a su trivialización, juego y asignificación. Genial resultó lo de la "derecha extrema" que los papagayos recitaban, o la gravitación en el pozo sin fondo de la nación de naciones, alianza de civilizaciones...

Pero con todo, la mayor aportación de Zapatero y su staff -muy superior a la ruptura epistemológica de Althusser entre el joven Marx y el Marx de la madurez- fue el sajo dado a un discurso y dogmática de ideas de izquierda a fin de cuentas, transmutándolo en un partido de una sentimentalidad lacrimógena como escribió Santiago González. La flojera o vacíos en pensamiento y teoría favorece la sentimentalidad, las buenas intenciones, el compromiso con lo que aconseje cada día la almohada, o tener tal categoría de madres, capaces de poner el nombre de Soraya por haber sido la exemperatriz repudiada por el Sha de Persia a futuras diputadas, y así mil anécdotas de sentimentalización de la política, haciéndola cursi, empalagosa e irresponsable.

Se empieza sin tradición de pensamiento, se sigue con una camarilla que erradica del gobierno la ética de la responsabilidad, en la distinción de Max Weber, aunque no para sustituirla por una de las convicciones, y se termina en una estética sentimental.

La caída por la extrema izquierda poscomunista ha llegado casi al nivel de la escolarización básica y la conciencia de clase muy tardía, véase a Cayo Lara y Centella como muestras.

Pero resulta que entre tanta indigencia teórica por fin hay un partido de profesores: Podemos, que radica en ese arrabal de la Universidad Complutense que es "políticas". La proliferación de universidades, su bunkerización departamental permite los más caprichosos monocultivos junto a infinitas lejanías de los grandes debates académicos. Esta izquierda profesoral (Pablo Iglesias, Monedero...) de la nueva y muy prolífica universidad española, forma parte del lumpen académico internacional, pero muy útiles a militares caribeños. Son profesores, hechos novela, de Aureliano Buendía, Yo el Supremo, O Conselheiro, el Chivo....

¿Serían capaces de debatir de algo con Habermas, Giddens, Hobsbawm, Apel, Todorov... y otros representantes del pensamiento de izquierda?