1.- Siempre he tenido fama de hacer lo que me sale de los cojones. Y la verdad es que me la he ganado a pulso. Además, es una buena forma de despistar a los enemigos, a los que yo no considero como tales, sino que ellos mismos se convierten en enemigos de forma arbitraria, sin ni siquiera preguntarme. Es decir, con una declaración unilateral de guerra. Yo me considero un hombre sin enemigos de verdad, sino forzados, como los errores en el tenis. El otro día me cabreé, pero por una tontería, y la calentura me dio por decir que ya no iba a escribir más de política. Luego he seguido escribiendo, pero la presunta debilidad fue aprovechada por los cuatreros de los digitales para ponerme de puta pena. Si ellos supieran lo bien que me siento aquí, en este pequeño rectángulo de todos los días, si ellos supieran cuánto me quieren en este periódico -y yo a este periódico- no osarían elucubrar tanto sobre este pobre jubileta, al que ya casi no le queda voz. Ahora dirán que me hago el mártir. Debe ser que tienen pocas cosas de las que escribir, porque yo soy su oscuro objeto de deseo.

2.- Esto del periodismo es una cosa de mediocres, por regla general. El más tonto monta un digital y hay algunos periodicuchos en la red de puta pena. Incluso alguno insinúa que yo tengo uno y estoy hasta las cachas de decir que no, que es mentira, aunque me gustaría y a lo mejor lo monto. Pero, bueno, ladran, luego cabalgamos. Pero a mí todo esto me divierte. También me atribuyen secciones de este periódico que yo no escribo y hace meses, en un juicio, todo el mundo estaba empeñado en saber quién era , hasta que el director del periódico hizo lo que tenía que hacer: asumir que era él. Porque era él.

3.- La calle da pábulo a mucha confusión. Hasta yo me confundo. Anteayer, cuando me quejaba porque no querían poner mi nombre al Callejón Cagado portuense, hice una relación de los lugares donde había sido mantenedor de sus fiestas. Y me olvidé de Santa Úrsula y andaba la alcaldesa, Milagros Pérez, cabreada. Pues peldón, déjenlo con ele. Añado ese bello pueblo al Puerto de la Cruz, Los Realejos, Guamasa, Guía de Isora, Arafo, Garachico, El Rosario -tengo una manta esperancera preciosa, que me regaló mi amigo Macario-, etcétera. O sin etcétera, que lo escribo todo de mala memoria y me equivoco. Y eso.

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