Se me quedan los temas atrás como los pueblos y hasta las ciudades que en un momento dado veo delante y un minuto después se van haciendo pequeñas en el retrovisor. Leí hace un par de días -o fueron tres o cuatro; lo mismo da- que el Tribunal Supremo tramita un incidente de nulidad contra la sentencia que dictó en junio, en la que rechazaba los siete recursos presentados contra el decreto del Gobierno central de marzo de 2012 que autorizaba los sondeos en aguas próximas a Canarias. Añade la información que el Alto Tribunal le ha comunicado al Cabildo de Fuerteventura la tramitación de su solicitud contra el fallo. Esta Corporación insular, al igual que el Gobierno de España, disponen de cinco días para presentar las alegaciones que deseen. Desconozco qué alegaciones han presentado, si han presentado alguna, pero me siento demasiado hastiado con todo esto para ponerme a indagarlo.

Cuando veo por esta Europa de Dios tantas turbinas eólicas de dimensiones gigantescas, al igual que huertas fotovoltaicas por doquier -por no hablar de la infinidad de tejados, especialmente en las zonas rurales, cubiertos por los mismos dispositivos-, me acuerdo del choriceo al mejor estilo de coge el dinero y corre que se produjo en Canarias con el proyecto de las megaturbinas y sus derivados. A un apreciado amigo alguien -alguien con mucha influencia política antes y ahora cuyo nombre no quiero citar- le dio el teléfono de uno de los posteriormente detenidos. "Llámalo y dile que has hablado conmigo de eso". Mi amigo, un dejado para todo, no marcó ese número. No sé si por desidia o porque olió que aquello apestaba. Se le apareció la Virgen. Si hubiese hecho esa llamada, lo más probable es que también habría acabado en el trullo. Pero esto son anécdotas sin mayor importancia.

Lo relevante es que Europa, que siempre ha sido un continente rico aunque con pobres en sus calles, aprovecha al máximo los recursos que le da la naturaleza. Con muchas menos horas de sol y muchísimo menos viento que Canarias, está volcado el Viejo Continente en obtener cuanta electricidad le sea posible a partir de las energías renovables. Renovables sí y convencionales también. ¿O es que se privan los noruegos de su petróleo del Mar del Norte?

En Canarias y en toda España, en cambio, el debate se reduce a la confrontación de las renovables contra petróleo. Contra los posibles hidrocarburos, porque si después de los sondeos resultase que ese crudo potencial no existiese, o aun existiendo no fuese rentable su explotación, juro que me tiro al suelo a reírme. A desternillarme amargamente como desahogo al constatar que somos unos desgraciaditos; unos infelices que no tienen al treinta y tantos por ciento de su población en paro por casualidad, sino porque colectivamente se lo merecen. Dicho sea con todo el dolor hacia los desempleados, que ninguna culpa tienen de su desamparo.

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