1.- Duerme todavía Dimas Martín en el hotelito de la cárcel de Tahíche, que él mismo quiso que se construyera en el municipio del que era alcalde, Teguise. Duerme allí de lunes a jueves, de 11 de la noche a 7 de la mañana. Y, luego, a trabajar en sus cosas, a hablar con correligionarios, a andar por la sombra de la política mientras pese sobre él la inhabilitación. Un rato de charla en Los Rodeos, camino Dimas de Lanzarote. Preparamos un libro sobre su vida, contada en primera persona. No quiere ocultar nada, desea que se conozca todo lo que pasó, no ya sus siete años largos en prisión, las extrañas coincidencias judiciales, la persecución que sufrió por parte de políticos socialistas. Hay mucha gente que se va a tirar de los pelos con el relato. Yo estoy encantado y deseoso de redactar sus pensamientos. Dimas es mi amigo, lo es desde hace treinta años. Ha sido un político sui generis que hizo de su pueblo un vergel. Alcaldes como él y como Honorio García Bravo crearon una isla, pero sufrieron prisión porque creyeron que las normas absurdas estaban para saltárselas, unas veces, y otras porque un tribunal es capaz de condenar a un alcalde por construir unos baños en la ermita de Dolores para que la gente no cague y mee sobre la lava virgen. Las cosas son así. Bueno, más o menos.

2.- Dimas está a punto de salir del todo. Los terroristas no cumplen sus condenas íntegras. Dimas, sí. Ha sido obligado a estar casi ocho años en prisión, no ha habido piedad para él. ¿Y saben por qué? Porque ganaba siempre en Lanzarote, a lo que se presentara: al Senado, al Cabildo, al Ayuntamiento de Teguise. Derrotaba a sus rivales, creaba complejos agroalimentarios, pero luego los agricultores no sabían a quiénes vender las cebollas. A los etarras los trasladan a prisiones cercanas a sus domicilios; a Dimas lo mandaron a Gran Canaria y a Tenerife, alejándolo de los suyos. ¿Y saben por qué? Porque lo ordenó así el PSOE. ¿No es verdad, Juan Fernando?

3.- Todo esto, y tantas cosas más, irán a parar a ese libro que Dimas quiere dictar en primera persona. Muchos acabarán rascados con el relato: jueces, fiscales, directores de prisión, políticos traidores, empresarios corruptos. Lo contará todo, no se dejará nada en el tintero. "Menos mal", me dice, "que mentalmente soy fuerte; si no, acaban conmigo". Esto era lo que querían.

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