Es una buena noticia que mejoren las ventas en el comercio minorista. Una mejoría del 4,4 por ciento en el mes de junio con el consiguiente aumento del 2,2% del empleo en este sector en relación con el mismo mes de 2013. Hemos dicho muchas veces que el pequeño comercio es uno de los pilares de nuestra economía insular. Si antaño fuimos la envidia de cuantos nos visitaban por la pujanza de nuestras tiendas, en los últimos años se nos ha caído el alma a los pies al ver tantos y tantos establecimientos cerrados y tantos y tantos locales comerciales con el cartel "se alquila" o "se vende", inclusive en las principales calles de Santa Cruz. Tiendas que a lo largo de décadas fueron una referencia en sus especialidades dentro y fuera de Canarias han tenido que cerrar o, en el mejor de los casos, reducir sus plantillas y subsistir con una rentabilidad mínima. En muchos casos, sus propietarios pierden dinero pero se resisten a tirar la toalla motivados por la esperanza de que lleguen tiempos mejores.

La crisis que sufrimos desde finales de 2007 ha sido la puntilla para gran parte de nuestro pequeño comercio. Sin embargo, no podemos olvidar otros factores que vienen de atrás. La competencia de las grandes superficies comerciales les ha hecho mucho daño a los establecimientos tradicionales ya antes de que comenzase la recesión económica. La solución para las pequeñas tiendas es especializarse en productos concretos y proporcionarles a los clientes una atención mucho más cercana, mucho más personal. Puede coexistir el comercio de siempre con las grandes superficies, por otra parte inevitables con el desarrollo. Los clientes de hoy en día, infinitamente más motorizados que los de antaño, requieren estacionamientos fáciles para sus vehículos y una mayor rapidez a la hora de adquirir lo que necesitan, de forma especial si se trata de artículos alimentarios o de uso cotidiano.

No obstante, lo que más ha hundido al comercio canario es la eliminación de la diferencia de precios con la Península. La adquisición de productos de la denominada electrónica de consumo, incluidas las cámaras fotográficas y similares, era antes uno de los acicates para los turistas que llegaban a estas Islas. La situación ha cambiado. Esos mismos productos se pueden comprar hoy incluso a mejor precio en la Península. Eso lo saben perfectamente los comerciantes de Santa Cruz que apenas ven incrementadas sus ventas cuando coinciden varios trasatlánticos en su puerto y miles de cruceristas invaden las calles de la capital. ¿Por qué no nos dejamos de tanta reforma del REF, de tanto REA, de la RIC y de otros instrumentos fiscales y volvemos a la antigua situación de puertos francos? Sabemos que la UE pone serias trabas a estas excepciones, pero nuestros políticos están obligados a luchar por conseguirlas. No basta con conformarse con lo que buenamente nos dan. También hay que conseguir lo que consideramos necesario para nuestros intereses, máxime cuando está en juego la supervivencia de un sector -lo reiteramos- clave para nuestra economía.

Por otra parte, no son rigurosamente ciertas las críticas de que el pequeño comercio sigue sin modernizarse. Son muchas las tiendas que han adaptado los horarios a los hábitos de los consumidores. Cada vez son más, por ejemplo, las que no cierran al mediodía cuando hay tráfico de cruceros en los muelles. Podemos decir que las que no se han adaptado han desaparecido.

En definitiva, un dato de aumento de ventas y de empleo que invita a la esperanza. Sabemos que la recuperación será lenta y que difícilmente se alcanzarán los niveles anteriores a la crisis aunque este tipo de comercio, lo reiteramos, ya estaba pasándolo mal antes de que comenzase la debacle. Pese a ello, nos conformamos por ahora con que la situación no se continúe deteriorando.

La gran asignatura pendiente sigue siendo la recuperación del empleo. Sin trabajo no hay ingresos y sin dinero la gente no entra en las tiendas para comprar. Estamos en un círculo vicioso porque el consumo interno es otro de los pilares sobre los que se sustenta la economía canaria. Hay que facilitar la contratación de trabajadores. En el caso que nos ocupa, muchas tiendas no pueden ampliar horarios al estar encorsetadas por convenios colectivos ya discutibles en la época de las vacas gordas y totalmente inviables en la actual.