Defraudar de manera sostenida en el tiempo es una desvergüenza fuera de lo común. Cuando además no se sabe a ciencia cierta el origen de los dineros confesados, el caso se agrava aún mas. Sin embargo, reconozco que me inquieta mucho más la capacidad, en este caso de Jordi Pujol, para la simulación, para la mentira escondida con una naturalidad pasmosa. Me inquietan los falsos que se hacen pasar por personas honorables sin mover una ceja. Y tanto como ellos quienes les amparan con su silencio o con su complicidad activa. Un veterano y querido jurista aseguraba hace años que para ser bueno basta con querer serlo, pero que para hacer el mal de manera sostenida o hay compañía o hay fracaso. En el caso de Pujol ha habido compañía, silencio e incluso complicidad más o menos activa.

La confesión de Jordi Pujol ha descompuesto a Artur Mas, ha puesto en un brete a Convergencia Democrática, abocada, y no solo por el asunto Pujol, a su refundación si quiere volver a ser algún día ese partido transversal, nacionalista pero pragmático, capaz de aglutinar a la potente burguesía catalana y dar dosis de tranquilidad importante al conjunto de los catalanes.

Con la confesión de Pujol se ha caído un mito, un referente que a estas alturas del proceso en el que anda liado como un pulpo el propio Mas no va a afectar, en contra de lo que algunos crean, al proceso soberanista.

Ahora, ya el independentismo catalán tiene vida propia, alimentado por la Asamblea Nacional Catalana con ERC de testigo privilegiado sin mancharse ni un ápice con el polvo del camino. Ya ni Mas es capaz de sostener al tigre puesto en marcha. Solo ERC tiene todo, o casi todo, a su favor.

El primer test de la nula influencia de la confesión de Pujol en el proceso soberanista lo veremos en la Diada. Va a ser abrumadora porque, para qué negarlo, para muchos independentistas Pujol estaba ya amortizado, era el pasado casi irrelevante en el laberinto catalán.

Es verdad que en Convergencia hay estupor y auténtica conmoción, pero la situación no va a pasar el umbral del impacto emocional.

España y el Gobierno están de vacaciones y el curso se despide con una semana de intensidad política inusitada en la era Rajoy. Y así será la vuelta del verano. Política y más política con Cataluña en primera plana del desasoiego nacional.