1.- Como tantos otros, no estoy en absoluto de acuerdo con la condena que el Tribunal Supremo ha impuesto a y a Guillermo Núñez, que son dos personas decentes. Ocho años de inhabilitación, por haber tomado una decisión bendecida por los técnicos. Y los técnicos, absueltos o no imputados. Esto es fantástico, parece más un tiro al político. Como si el Tribunal Supremo estuviera haciendo política en vez de justicia. En fin, que a mí no me convence que, en el caso de juicios con altos aforados, quien instruya sea magistrado del T.S. y quienes juzguen sean también magistrados del T.S. Yo creo en el corporativismo, aunque el instructor no forme parte del tribunal, estaría bueno. Si se aplicara esta sentencia al resto de los ayuntamientos de España, cientos, miles de alcaldes estarían condenados por prevaricación. Así que yo animo a Zerolo y a Núñez a que empiecen a mirar actas municipales y se las envíen al Tribunal Supremo, para que actúe de oficio.

2.- Los que querían ver a Zerolo fuera de la política estarán contentos. A Miguel le pasa algo curioso y es que cae antipático, sin serlo. Y como lo ha ganado todo, sus rivales no lo soportan. Ya lo han cogido en un renuncio y lo han condenado con una sentencia incomprensible. Espero que Eligio Hernández, que defendía a Guillermo Núñez, haga un comentario atinado sobre esta resolución del alto tribunal que los condenados no merecen. No sé si Guillermo, que es catedrático de Derecho, tendrá que abandonar su cátedra; espero que no. Pero Miguel sí tiene que dejar el Senado, aunque pueda existir recurso ante el Tribunal Constitucional si hubiera existido vulneración de derechos fundamentales. Lo veo complicado.

3.- Quiero transmitirle a mi amigo un mensaje de ánimo. Y a Guillermo Núñez también mi convencimiento de su honestidad. Estas son las cosas que le hacen reflexionar a uno sobre lo ingrato de la actividad pública. Lo mejor es gandulear en el Congreso, en el Senado o en un parlamento regional, sin responsabilidad alguna, sin apenas dar golpe y libre de castigo civil o penal. Meterse en un ayuntamiento, en un cabildo o en un ministerio o consejería es cada vez más peligroso. Yo lo desaconsejo, mientras exista esa maraña de normas, a veces contradictorias, que nos envuelve, nos turba y nos perturba.

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