Hasta siete veces aparece su nombre en el reciente libro de Jordi García sobre Ortega y Gasset. Aunque en esa biografía no lo ponga, el eminente físico canario Blas Cabrera escribió en la Revista de Occidente, amén de en infinidad de revistas científicas a cual más prestigiosa. También se le pasó por alto a María Rosa Alonso (gran orteguiana) incluirlo entre los escritores canarios que escribieron en esa revista.

Su categoría científica como físico de prestigio mundial, avezado académico en la teoría de la relatividad, miembro destacado de sociedades científicas internacionales... hace que tanto fulgor deje en penumbra otras facetas.

No hablaremos de este par de Einstein, considerado el padre de la física española, como científico -desde ese punto de vista el reconocimiento de Blas Cabrera estaba de sobra preservado-, sino de una veta del científico que no se circunscribe al carácter experimental, metodológico y objetivo de su disciplina, sino que traspasa con suma brillantez al campo del humanismo: el pensamiento.

Ignoro a quien se debió el acierto y conocimiento para proponerlo hace unos años como Premio de Canarias de Literatura. Sin duda fue alguien con una mentalidad rica y abierta de la literatura. Yo llegué al final, cuando se alzaron voces de notables escritores locales que desdeñaron ruidosamente la propuesta, por tratarse de un "físico", un "científico", sin nexo alguno con la "literatura". Por lo que leí entonces, esa reprobación fue muy aplaudida y jaleada en ese territorio tan feraz de la "narrativa" en cuanto a su floración de géneros.

¿Conocían realmente la importancia de Blas Cabrera desde el punto de vista del ensayo filosófico? Seguramente no. Blas Cabrera no se limitó a ejercer su praxis científica bajo los métodos al uso, sino que fue mucho más lejos, es decir que se detuvo en un estadio previo: el de la subjetividad a la hora de condicionar los procedimientos de investigación. La subjetividad como condicionante del conocimiento. Este planteamiento y su desarrollo es un asunto inscrito en la teoría del conocimiento o de la filosofía natural. De lo que dio cuenta, mediante ensayo, en la Revista de Occidente. No estamos ya ante ecuaciones y fórmulas enigmáticas, sino ante una reflexión netamente filosófica que se articula en ensayo, en literatura. Si Francisco Aguilar y Paz escribió sobre Max Scheler y Fray Lesco sobre Groce, mayor profundidad nos merece nuestro autor en un género tradicional de la literatura, ahora que causan furor entre nosotros todos los subgéneros y su homologación mundial, o casi.

Blas Cabrera observó que avances científicos de la magnitud de la teoría de la relatividad, capaces de modificar nuestra cosmovisión o imágenes del mundo, engendraban una viva oposición, precisamente por su radical novedad a la hora de entender el mundo, a lo que llamó inercia intelectual. Elabora así una reflexión crítica sobre los condicionantes subjetivos que operan en la comprensión y recepción de fenómenos científicos.

La reacción contra Cabrera de los narradores fue la propia de quien, incurso aún en el eterno y baladí dilema canario entre poesía y novela, cierra filas en la centralidad y casi exclusividad de la ficción. Con una idea muy restrictiva de la literatura, suelen acatar con arrobo la sombría legislación cultural de nuestra época: entretenimiento, superficialidad, fungibilidad inmediata y consumismo rapaz -lo que a la literatura de géneros le viene de perlas, por su privilegiado encaje-, sobre lo que ha escrito recientemente César Antonio Molina, y antes Vargas Llosa con su "La civilización del espectáculo".

Si Blas Cabrera fuera galardonado con el Premio de Canarias de Literatura, el horizonte de la literatura canaria se abriría -hoy, no históricamente- a una nueva cosmovisión.