Publicábamos ayer que el Centro Municipal de Acogida de Santa Cruz, más conocido como el albergue, acaba de estrenar un reglamento que limita a siete días cada tres meses la permanencia de las personas acogidas. ¿Y después, qué?, nos preguntamos nosotros, al igual que lo hacen algunos usuarios, todos ellos personas con graves carencias económicas.

Lo ideal en un país que presume de estar entre los desarrollados es que no hubiese albergues ni fuese necesaria la intervención de organizaciones no gubernamentales para que puedan comer a diario miles y miles de personas. Sin embargo, la realidad es la que es: tenemos uno de los mayores porcentajes de paro del Estado español y de la Unión Europea y, como señalábamos en nuestro editorial de ayer al mencionar un estudio de Adecco, en Canarias las perspectivas de encontrar un empleo son malas.

No queremos reincidir en el pesimismo. No merece la pena. Nos quedamos en el punto de insistir que la solución está en nuestras manos. En las manos de los ciudadanos que antes de un año introducirán los votos en las urnas de las elecciones autonómicas y municipales (también insulares en el caso de Canarias) y que poco después lo harán en las elecciones generales.

Escribía recientemente un colaborador habitual de EL DÍA que este verano está tan cargado de noticias, que no necesitamos serpientes informativas. Es cierta esa afirmación, especialmente en el escenario internacional. En Oriente róximo siguen los enfrentamientos entre israelíes y palestinos sin que las treguas ocasionales entre los contendientes sirvan al menos de alivio para atender a los heridos y enterrar a los muertos. En los Estados Unidos, siguen las tensiones en una pequeña ciudad de Misuri llamada Ferguson, que nadie conocía hasta hace unos días cuando se iniciaron en ella importantes revueltas raciales. Una vez más el desencadenante de los disturbios, que han hecho necesaria la intervención de la Guardia Nacional, fue la muerte de un joven negro por disparos de un policía blanco. Ni siquiera con un presidente de color en la Casa Blanca está consiguiendo ese país, líder mundial, superar odios ancestrales. or lo que respecta a Europa, se mantiene la tensión entre Rusia y los países occidentales a cuenta de las sanciones impuestas a Moscú por la política de utin en Ucrania. No están mejores las cosas en Irak. La ONU ha tenido que improvisar un plan para ayudar a 500.000 personas que necesitan urgentemente comida y bienes de primera necesidad. Mientras tanto, en España se siguen produciendo episodios de presunta corrupción. El fraude en los cursos de formación para el empleo ha obligado a la Junta de Andalucía a cambiar el sistema de ayudas.

En este contexto, los problemas de Canarias parecen nimios. Sin embargo, son nuestros problemas. No damos crédito a lo que vemos y oímos cuando algunos políticos de estas Islas manifiestan su preocupación, y hasta exigen medidas, sobre las calamidades o los conflictos que afectan a países remotos. La humanidad de los canarios ha quedado sobradamente demostrada a lo largo de su historia con la actitud acogedora que han tenido con quienes llegan de fuera, pese a que la capacidad de asentamiento de nuestra tierra es limitada al tratarse de un espacio insular. Sin embargo, la caridad ha de empezar por uno mismo. En Canarias caridad significa hacer cuanto esté en nuestras manos para que más de 350.000 de nuestros compatriotas no sigan desempleados, ni que decenas de miles de personas aguarden en las listas de espera para recibir atención hospitalaria, ni que los jóvenes mejor preparados de estas Islas tengan que emigrar no para formarse, que eso es lógico y positivo en estos tiempos de globalización, sino para encontrar trabajo una vez que se han formado casi siempre con un gran esfuerzo económico de sus padres.

Esos son los problemas que nos afectan en primer término y no las opiniones del señor Barragán sobre cuál de los dos posibles candidatos de Coalición Canaria a la presidencia del Gobierno regional, aulino Rivero o Fernando Clavijo, conseguirá finalmente la nominación de este partido nacionalista.

Sabemos que hay muchos isleños desesperanzados. Lo están con razón, pues entristece mucho ver cómo siguen triunfando los charlatanes; cómo se actúa más por miedo que por convicción a unas ideas. A todos ellos queremos enviarles un mensaje de esperanza porque la situación puede estar muy cerca de cambiar. uede que haya llegado el momento de que asuman los mandos de nuestro destino esos hombres y esas mujeres con las ideas claras y las manos limpias que añoraba José Rodríguez y seguimos añorando nosotros.