Le oigo decir en declaraciones radiofónicas al presidente de la Autoridad Portuaria de Las Palmas, Luis Ibarra, que allí están muy contentos por la instalación de la base logística de Repsol para las prospecciones petrolíferas, y me viene a la memoria lo dicho hace unos días por la consejera de Empleo, Industria y Comercio del Gobierno autonómico respecto a la oposición de toda la sociedad canaria a los sondeos. Será toda la sociedad canaria menos Luis Ibarra, claro. Y también su equipo directivo. Conjunto de no opositores en el que debemos incluir al ministro de Industria, que sigue siendo canario salvo que algún descendiente político -digámoslo así- de Antonio Cubillo o cualquier otro independentista al uso le haya retirado la naturaleza que tiene por el mero hecho de haber nacido en estas Islas. Podíamos seguir con los miembros -y miembras, ay Aído- directivos y directivas del PP, así como una parte sustancial de los militantes de este partido y también de CC, pues si no me falla la memoria el anterior presidente del Cabildo de Tenerife, Ricardo Melchior, dijo que estaba a favor de las prospecciones y el actual, Carlos Alonso, no se ha manifestado en contra. Ya puestos, podríamos seguir con la patronal turística tinerfeña, que no ve tan perjudicial la industria del petróleo en Canarias siempre que se adopten medidas para que no se produzcan daños irreparables y las explotaciones futuras, si las hubiera, contribuyan a mejorar el sector hotelero con sus aportaciones económicas. Eso se llama adoptar una postura inteligente.

Pero nadie ha demostrado todavía que vivamos en un país inteligente. La inteligencia es más una actitud que una cualidad. Nadie es más o menos inteligente; se comporta de una forma más o menos inteligente. Nadie, de la misma manera, es un mentiroso genético. Se miente o no se miente. Y lo que ha hecho la señora Luengo es, sin paliativos ni eufemismos, mentir. No valen suavizantes del tipo "faltar a la verdad" o "decir lo que no es cierto". Nada de eso. Luengo ha mentido. Aunque no voy a cargar las tintas sobre ella porque me cae bien y porque no es la única que tergiversa los hechos en una alocada carrera a lomos de la demagogia a ver quién llega más lejos; quién es capaz de rodear al enemigo, aislarlo y aniquilarlo. Lo mismo que intentaron los alemanes por un lado y los franceses e ingleses por otro hace un siglo, una vez detenidos los teutones en el Marne, en una carrera similar hacia el mar, hacia el canal de la Mancha, para envolver al contrario y cortarle sus líneas de suministro en los inicios de la primera gran guerra. Ninguno consiguió superar al otro lo suficiente y aquello acabó en una línea de trincheras que comenzaba en la costa y concluía en Suiza. Durante cuatro años se mataron mutuamente en ella como perros rabiosos.

Esta es la situación de Canarias; de España entera. Dos bandos políticos, con sus consiguientes ramificaciones sociales, mintiendo para acomodar la realidad a sus intereses y destruyéndose a tornapunta.

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