Sigue sin gustarle al PSOE la decisión del PP de impulsar, aunque sea sin el apoyo del principal partido de la oposición, la elección directa de los alcaldes. Algo que sucede en Canarias con los cabildos insulares, cuyos presidentes son quienes encabezan la lista más votada. No obstante, siempre cabe una moción de censura que los apee del cargo casi desde el primer minuto de la legislatura, como le ocurrió a José Manuel Soria en la corporación insular de Las Palmas; nombre con el que siempre se ha denominado en Tenerife no solo a la capital de la tercera isla, sino a todo ese territorio insular. Dicho sea esto con todo el respeto para quienes discrepan de nosotros, pero no somos quienes para cambiar el habla y hasta las costumbres populares.

Mariano Rajoy quiere presentar una propuesta sobre la elección de los alcaldes a la vuelta de las vacaciones. Dicen en la cúpula del PP que no entienden el rechazo del PSOE, a la vez que retan a los socialistas "a que presenten propuestas más democráticas".

Cabe recordarle al PSOE -ayer mismo lo hacían algunos comentaristas políticos- que esa elección directa de alcaldes fue planteada por los socialistas en 1998 mediante una proposición no de ley en el Congreso de los Diputados. También la incluyó el PSOE en sus programas electorales para las municipales de 2003 y las generales de 2004. Esto nos lleva a sospechar que estamos ante un nuevo caso de "no a todo" o de oposición por sistema. Indeseable postura porque España, y consecuentemente Canarias, no han superado la crisis. Una prueba de ello lo tenemos en el retroceso de las exportaciones. El menor problema en las finanzas internacionales, como la crisis de la deuda en Argentina, nos sigue afectando de lleno. No es el momento, insistimos, de batallitas ideológicas.

Por otra parte, no parece descabellado el sistema de elección de alcaldes que propone el PP. Es lo que se hace en otros países con bastante más tradición democrática que el nuestro. ¿Cuántos pactos políticos disparatados, por la discrepancia ideológica de las formaciones políticas que intervienen en ellos, se han producido en nuestros ayuntamientos para que el primer edil sea este o aquel, muchas veces en clara disonancia con la decisión de los ciudadanos? En Santa Cruz, sin ir más lejos, con el sistema que propone el PP la ciudad hubiese tenido una alcaldesa -Cristina Tavío- en vez de un alcalde surgido de un pacto entre CC y el PSOE que nunca hemos tenido claro. No por la idoneidad de José Manuel Bermúdez, al que le seguimos prestando nuestra confianza, sino porque estos partidos han estado a la greña hasta que tuvieron que pactar en el ámbito de la Comunidad autónoma con el fin de que José Manuel Soria no presidiese el Gobierno regional pese a que fue el PP el que ganó las elecciones.

Nada podemos objetar a la reforma que quiere el Gobierno central, salvo que, como en el caso de la legislación laboral, a nuestro entender se queda corta. Debería aprovechar Mariano Rajoy este cambio para sustituir el sistema de listas cerradas por el de abiertas. Darle a los ciudadanos la opción de que elijan personas en vez de partidos acabaría con la morralla política a la que se refería, con razón, el anterior editor y director de este periódico. ¿Cuántos vividores de la política siguen en la poltrona a cuenta de estas listas cerradas? El día en el que cada gobernante, en el que cada político que desempeña un cargo público, sepa que en las próximas elecciones recibirá más o menos votos dependiendo de cómo haya sido su actuación, desaparecerán de golpe muchos de nuestros problemas porque, lo reiteramos, ya no podrán refugiarse en las siglas del partido.

Sin embargo, no somos lo suficiente ilusos para pensar que las cosas van a ir tan lejos. Son los partidos, empezando por el propio PP, los más interesados en cambiar lo menos posible para que todo lo demás siga igual. Con las listas cerradas es más fácil imponer la disciplina interna. Por lo demás, los estrategas del PP han calculado los municipios que ganarían con el nuevo sistema, y les salen las cuentas incluso dejando algunas localidades vascas en manos de Bildu. De ahí el enfado no confesado de los socialistas.