Ocupo ahora vuestra atención con otro personaje "rara avis" que pululaba por La Laguna al que apodaban "Barrilete", un sujeto ya entrado en años, que al principio vivía solo pero que terminó alojado en el asilo de ancianos de la ciudad, próximo a la plaza de San Francisco o plaza del Cristo, conocedor de todas las "borracherías" de la urbe donde, por supuesto, se ponía morado. En cierta ocasión estaba durmiendo una melopea en un banco del Camino Largo o avenida de la Universidad, cuando un estudiante se le acercó y le musitó al oído: "La vida es sueño", de Calderón de la Barca, contestándole Barrilete sin incorporarse y sin abrir los ojos: "Me cago en tu madre".

Se comentaba que dominaba la lengua francesa y en alguna ocasión hizo de guía a más de un giri, pero al cabo de los años dejó este ocasional trabajo, pudiéndole más el ambiente costumbrista y bohemio lagunero de las décadas treinta y cuarenta del pasado siglo.

Cierta noche le salió la vena de Caruso y entonaba en alta voz algunas conocidas y viejas romanzas, provocando que los vecinos llamaran a la Guardia Municipal, compuesta por el sargento Clemente y el cabo Bacallado, que lo detienen para llevarlo al calabozo en la calle Consistorio. Fue entonces cuando nuestro personaje les dice a los dos guardias: "Miren, como habrán visto no he opuesto resistencia y además le digo que estaba cantando bajito", pidiéndoles por favor que le dejasen pasar por el asilo para coger algo de abrigo, a lo que accedieron los agentes, entrando "Barrilete" en el asilo mientras que ellos esperaban en el exterior. Pasaban los minutos y "Barrilete" no salía, hasta que por fin se abrió una ventana del segundo piso, asomándose nuestro personaje a la misma, y diciéndoles: "Miren, váyanse porque las monjitas no me dejan salir a estas horas". Llego a la conclusión de que lo que pasaba en La Laguna tenía grandes dosis entre lo esotérico y lo surrealista.

Otro personaje merecedor de un sutil análisis es "Panduro", que vivía de la caridad, analfabeto redomado, más borracho que el vino, que cuando estaba "en vena" era todo un privilegio compartir su particular existencia. En el antiguo despacho de procurador de mi padre, de la calle Bencomo, había unas fotografías en blanco y negro de "Panduro", junto a dos amigos, sentados ante una mesa en la que había ya vacías varias botellas de vino. El autor de las citadas fotos fue Agustín Guerra Molina, padre de mi buen amigo, exfuncionario de Radio Nacional y TV, Gerardo Guerra. Cuando "Panduro" quería referirse a alguien de pocas luces, o de corta o poca preparación, decía del mismo: "Ese lo que tiene es falta de ignorancia". Es más, de hecho, el que esto les narra, con mis amigos, también la solemos utilizar frecuentemente y simbólicamente y de alguna forma le rendimos nuestros pequeño homenaje genial e irrepetible a este personaje lagunero.

Otro personaje del pasado siglo fue don José Peraza de Ayala y Rodrigo de Vallabriga, barón de Ayala, más conocido por los lugareños de Punta del Hidalgo como "Macho de Ayala". Entre sus muchos cargos ejerció de fiscal municipal en el viejo juzgado de La Laguna siendo juez del mismo don José Borges y Jacinto del Castillo, que era muy rápido en los llamados juicios de faltas, hasta el punto de que fue llamado un señor trajeado de taxista y don José Peraza que se arma tremendo lío con los papeles; efectivamente, se equivoca de juicio y le pregunta al taxista ante el deliro del público: "¿Oiga, por qué no le devuelve la pelota al niño?". Por demás está decirles que las risas se oían desde el obispado.

En el año 1906, llega a la isla el rey Alfonso XIII y lo llevan a conocer el norte de la isla hasta Buenavista, viaje que resultó toda una odisea pues lo realizó en coche de caballos por caminos pedregosos y duró casi seis horas. Ya en el pueblo y sentado en la plaza tomando un refrigerio preguntó al que estaba a su lado: "¿Cómo me dijo que se llama este pueblo?", respondiendo el alcalde: "Buenavista, Majestad", y a continuación el rey, apurando un vaso de limonada, exclamó: "Buena vista ha de tener el que aquí me vuelva a ver".

Al regreso pasaron por Santa Úrsula y su alcalde le pidió que hiciera lo posible en Madrid para que fabricaran un puente que salvara un enorme barranco y que de alguna manera viniese a conectar su pueblo con el vecino de La Victoria de Acentejo, contestándole el rey: "En cuanto llegue a la Villa y Corte daré las órdenes oportunas al Ministerio de Fomento", a lo que responde el sorprendido alcalde: "¡Qué me está usted diciendo, hombre de Dios!".

: "Oiga, jefe, ¿me sube el sueldo?", contestando el superior: "Coño, García, ¿Vd. no puede bajar a cobrarlo, como los demás?".

* Pensionista de larga duración