En un tiempo los periodistas tratábamos a la gente de usted, no sólo en las entrevistas que se publicaban (y en las que se publican: eso no ha variado) sino en la vida cotidiana, pues de esa manera nos adaptábamos mejor a las fórmulas que deben regir en el oficio. Un gran periodista, don Luis Álvarez Cruz, no sólo trataba de usted, sino que él mismo recibía ese tratamiento por parte de sus interlocutores profesionales y también de sus compañeros. A todos mis jefes y a muchos de mis colegas los traté de usted, y no cambié el curso de ese tratamiento aunque me lo pidieran.

A María Rosa Alonso, ilustre colaboradora de este diario, le fastidiaba sobremanera el tuteo, porque venía de una escuela en que esa forma de trato decía mucho más que ahora. Ahora tuteas a tu médico y a tu notario, y si no los tuteas, en la mesa o en la consulta, es que no eres nadie. El ruido ambiental (Twitter, Facebook, toda esta regalía) ha igualado el tratamiento para hacerlo más fácil y más directo, e incluye también cierto aire de familiaridad que muchas veces no se corresponde con el gusto de una de las partes.

Por eso es bueno mantener las formas, no sólo en la vida social sino también en el periodismo. Don Luis (el maestro Álvarez Cruz) hablaba por teléfono desde el periódico poniéndose de pie, como si el otro lo estuviera viendo. Aquella gente de los tiempos de la Educación Libre de Enseñanza y de otras enseñanzas de entonces habían recibido una norma que sirve, por ejemplo, para el oficio que eligieron, donde usted es siempre mejor que tú.

Pues en este oficio a los acontecimientos, a las personas y a las cosas, es decir, a la realidad, hay que tratarla de usted. Y no sólo porque merece respeto, que también, sino porque de esa manera te privas de la tentación de asumir que todo el monte es orégano; el respeto no está, claro, en el tratamiento, es algo más profundo, pero por algo se empieza.

A este respecto de la realidad, el periodismo y el usted, recuerdo una anécdota protagonizada por Javier Solana. Era el más campechano, o compadre, de los socialistas en la oposición al Gobierno de UCD, tenía por tanto un trato muy abierto con los periodistas. En noviembre de 1982 lo nombraron ministro de Cultura. Entonces acudió a verlo un periodista de Radio Nacional, que antes de empezar a grabar le preguntó si en la entrevista debía tratarlo de tú o de usted. Y el que luego sería principal diplomático europeo le respondió al colega: "Tráteme usted como quiera".

Esta distancia es muy eficaz y resulta aconsejable a los periodistas jóvenes y a los periodistas viejos. Un periodista italiano, Ezio Mauro, director de La Repubblica, va a los almuerzos con sus interlocutores, de cualquier clase, provisto de una libreta y un bolígrafo, que sitúa sobre la mesa para significar que está en actitud de trabajo, que él no va a ser partícipe de un compadreo y que su intención es tratar de usted (simbólicamente al menos) al que tiene delante. De modo que éste se reprime si quiere, pues sabe que todo lo que se diga allí es materia de publicación y no de chau chau.

Es una materia simbólica, sin duda, esta del tratamiento, pero sirve también para el contenido de lo que el periodista conversa con otros para cumplir con su oficio. Lo desarrollaré otro día, pero tiene que ver con esto: cuando un periodista pregunta en función de su trabajo lo hace representando al ciudadano que lee el periódico. Al ciudadano le parecerá siempre mejor que el periodista trate a la gente (y a la realidad) de usted, pues de tú se trata tan solo a los compadres.