Dice Gustavo Matos que Canarias debe perseguir el reto de captar el turismo de compras de la clase media y alta de África occidental, en especial de Marruecos, pues cada año viajan a la Costa del Sol más de 300.000 marroquíes que regresan a su país con productos adquiridos en España. ¿Quién nombró a este individuo director general de Comercio? Qué pregunta más tonta. Lo puso ahí Paulino Rivero para completar el cupo de concesiones al PSOE para gobernar en Canarias sin contar con el PP, aunque fuese el PP el partido que ganó las últimas elecciones autonómicas. Bien es verdad que las anteriores las ganó el PSOE y tampoco gobernó. Mientras exista CC, ser el partido más votado en estas Islas equivale a no tocar poder ni por asomo. Salvo que los ganadores sean los propios nacionalistas, claro.

Nada tiene de extraño que un político canario desconozca cómo funciona Polonia o Lituania; países lejanos que poco o nada tienen que ver con el archipiélago en el que viven. Que desconozca lo que es Marruecos, pese a que apenas nos separan cien kilómetros de sus costas, resulta un poco más preocupante. Los marroquíes que vienen a comprar algo en Canarias son los que han venido siempre, y no son muchos. Esa clase media a la que se refiere Matos compra en la Península, cuando le viene bien, y va a seguir haciéndolo por la simple razón de que les resulta más cómodo subir en coche hasta Ceuta, aguantar la paliza de la cola en la frontera y saltar a Algeciras en un ferry que no es que sea muy cómodo ni esté muy limpio, pero tampoco llegan los incordios hasta el punto de tener que saltar por la borda. Eso cuando les pilla un fin de semana largo. Cuando llega el Ramadán se van en masa a París. El reino de la dinastía alauita es una nación musulmana por esencia, pero los súbditos de Mohamed VI prefieren huir de los rigores del ayuno pese a tener por monarca a un comendador de los creyentes.

¿Dónde están las comunicaciones con Canarias a las que se refiere el director general de Comercio? Claro que las hay. Binter vuela desde Las Palmas -cómo no- a Marraquech. La última vez que estuve por esa ciudad imperial, por estrictos motivos profesionales, me costó menos un billete de Iberia de Tenerife a Madrid y otro de Air Europa de Madrid a Marrakech, que el de retorno entre esa localidad y Canarias en nuestra compañía vernácula de bandera. No sé si los precios continúan siendo los mismos, en especial con Casablanca y Agadir, pero entonces las cuentas no me salían volando desde Gando. O desde Tenerife, con billete combinado. Eso por lo que respecta a Marruecos. Un vuelo entre Las Palmas y Nuakchot, la capital de Mauritania, me costó en su momento más que uno de Tenerife a Nueva York.

Por lo demás, ¿de dónde ha sacado el señor Matos que Marruecos tiene una clase media cada vez más numerosa? ¿Lo ha visto él personalmente o se lo ha contado un periodista de la isla redonda que se encarga, por el módico sueldo de 3.400 euros al mes, de promocionar un centro comercial que se está construyendo en El Aaiún? A estas alturas no sé si ya lo han inaugurado, pero en ello andaban. Si de lo que se trata es de hablar por hablar, pase porque seguimos en agosto. Pero esto no es serio.

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