En mi vieja y gastada memoria se producen frecuentes cortocircuitos. En uno de sus destellos se me apareció el apellido de mi querida esposa, Pisaca. De lo que yo recuerdo y me han contado, es la saga de una familia de grandes médicos que aún perdura.

Empezó con el doctor Pisaca Fernández, que trabajó sin descanso al cuidado de sus enfermos hasta el extremo de arriesgar su vida. En su época ocurrió una gran epidemia de difteria, enfermedad que entonces tenía difícil curación. Para evitar contagios a su familia se encerró con sus enfermos en el Lazareto, que era una casa que estaba en las afueras de Santa Cruz, donde se aislaba a los que la padecían para evitar contagios. A pesar de todas las precauciones que tomó cuando podía salir a visitar a su familia, al llegar a su casa sus pequeñas hijas lo abrazaron, con todo el cariño, como es natural, dado el tiempo que había estado ausente, pero con tan mala suerte que, a pesar de todas las precauciones que había tomado, parece que fueron insuficientes y las dos pequeñas se contagiaron y al poco tiempo fallecieron, lo que produjo una gran tragedia en la familia, y por supuesto para el propio doctor Pisaca, que se consideraba el causante de tan trágico desenlace.

Toda su vida la dedicó al cuidado y curación de sus pacientes. La saga de esta familia de prestigiosos médicos la continuó su hijo Agustín Pisaca y Burgada, que en la misma línea de su padre también se dedicó por entero al cuidado de sus enfermos, no solo en su consulta, sino también en los barrios de Santa Cruz y de muchas ciudades de Tenerife, hasta el extremo de que cuando veía que era gente humilde prescindía de sus honorarios. En algunos casos los ayudaba económicamente, sacando el dinero del bolsillo de su bata blanca de trabajo.

Tuvo la desgracia de padecer una enfermedad del sistema circulatorio, por lo que se vio obligado a que le amputaran la pierna derecha por encima de la rodilla. No se resignó a abandonar su trabajo y se encargó una postiza, con la que siguió ejerciendo su profesión hasta el último límite de sus posibilidades. Finalmente tuvo, con una enorme tristeza, que dejarla.

Esta famosa e importante saga tiene aún su continuidad en nuestros días en un doctor que, aunque su primer apellido no es Pisaca, sí lo es su segundo, por su madre.