Bath es una ciudad inglesa del tamaño de Santa Cruz, la capital de la provincia de Tenerife. Tiene 250.000 habitantes y dos universidades. Está en la historia, sobre todo, porque albergó los primeros baños romanos que tuvo la isla. Está a un tiro de piedra de Bristol, que tiene aeropuerto, al que van y vienen vuelos desde Tenerife, por cierto; cerca está también una peculiar ciudad turística, Weston-super-Mere, que comparte el mar con Gales, que se ve enfrente. En verano el mar se retira tanto de su costa que Weston se queda sin mar; es, como decía alguien allí, "una playa sin mar"; a una hora determinada del día, las ocho de la tarde, el mar regresa; mientras tanto, la orilla en la que se supone que comienza la orilla del mar es un lodazal en el que te puedes quedar incrustado, y en el que en efecto los niños pequeños pueden llegar a peligrar porque esa tierra pegajosa los puede engullir.

Pero volvamos a Bath. En verano (ignoro si eso sucede durante otras épocas más frías del año) la municipalidad ha dispuesto que todos los músicos que acreditan condiciones tengan su sitio en la calle, para establecer con sus composiciones, sus adaptaciones o sus inventos contacto con los que pasean. Con mucho respeto (y cierta generosidad) los que pasean se detienen, los escuchan, y se van. Esos músicos están en esquinas estratégicas de las numerosas calles peatonales del centro, son puntuales y serios; están allí el tiempo que les han marcado, son muy educados con los que les siguen, y a lo largo del día se van rotando de modo que hacen del centro de Bath un lugar de continuo entretenimiento. A ello se unen los cuatro teatros abiertos y en pleno funcionamiento y los numerosos museos, los parques naturales, los artificiales y los que ha creado el Ayuntamiento para que los niños jueguen mientras los padres descansan al sol o a la intemperie.

Es una ciudad típicamente inglesa, y es una ciudad hecha para los jóvenes, para los niños y para los viejos. Todos en Bath tienen diversión y cultura, según sus edades y según sus apetencias. Una ciudad divertida, pues, culta y elegante, un lugar hermoso para vivir.

Luego estuve en Londres, que es la conocida amalgama de nacionalidades y gustos; la ciudad, sin embargo, guarda vestigios importantes de su pasado, de modo que al tiempo que caminas por el escenario del futuro puedes encontrarte con la atmósfera de la que disfrutaron Charles Dickens o Somerset Maugham, pues los siglos y las décadas no se han dilapidado porque Londres se haya convertido en una de las ciudades más dinámicas del mundo. Al contrario de lo que sucede entre nosotros (en Madrid, en Valencia, en nuestras capitales canarias), todo aquello que han inventado (desde la Tate Modern al Canary Wharf, el centro de negocios más importante del mundo, asentado donde los canarios desembarcaban su fruta hace muchos años) tiene a su alrededor más cultura y más diversión, más negocio. Una ciudad cada vez más divertida, más llena de gente, en invierno y en verano, en cualquier estación.

Cuando volví a Madrid me encontré con agosto habitando la ciudad vacía. Desde hace muchas décadas, a Madrid se la asocia con el vacío: nada de lo que ha inventado (el Reina Sofía, el Prado, el Thyssen...) ha generado negocio o nueva vida alrededor, y en agosto no genera ni turismo. En nuestra propia capital tinerfeña ha sucedido eso; parece que la inactividad y el consiguiente aburrimiento manejan los hilos del gusto de las autoridades encargadas de concebir el urbanismo como un elemento dinamizador de la vida de las ciudades y de los pueblos. Hay una web que aconseja lugares donde aburrirse más en Santa Cruz, por cierto. Probablemente es un propósito, aburrir a la gente (en agosto y siempre), pero un término medio tendría que haber entre Bath y otros sitios, incluidos nuestros sitios.

La actividad (la cultural sobre todo) genera alegría y genera empleo. Imagino que habrá estadísticas que juntan una cosa con la otra; pero si no existen las estadísticas no vendría mal que alguien avergonzado de que no pase nada se ponga a trabajar para que pase algo que además dé trabajo.