Concluye agosto. Se acabó el mes vacacional por excelencia. Recomendábamos hace treinta días utilizar este período de descanso para reflexionar sobre los problemas que siguen padeciendo estas Islas. No creemos que nadie nos haya hecho caso. ualquier político que se precie no hace hoy lo que puede hacer mañana. Hace hoy lo que le resulta imprescindible para sus intereses.

No es el momento de seguir con el debate acerca de si todos los políticos obran así o si solo unos pocos se comportan de esa forma tan oprobiosa. Incluso diríamos que tan despiadada con esos más de 350.000 canarios que siguen en paro pese a los datos esperanzadores sobre una salida de la crisis que no negamos, pero cuyos efectos se notarán todavía a largo plazo y sin que lleguemos a los alegres tiempos finiquitados con el comienzo de la recesión, allá por el año 2007.

Ya que presumiblemente nadie ha reflexionado con profundidad en estas semanas de asueto, permítannos nuestros lectores que hagamos un análisis de la historia reciente de ese país llamado España al que estamos vinculados como canarios sin poseer la completa seguridad de que sea ello lo que más nos conviene. Analizar la historia reciente supone recordar que cuando la crisis ya estaba encima fueron muchos quienes le dijeron a José Luis Rodríguez Zapatero lo que se avecinaba. Uno de los que le vieron las orejas al lobo fue Manuel Pizarro, ruinmente desautorizado y hasta ridiculizado -estamos convencidos de que muy a su pesar- por el entonces ministro de Economía, Pedro Solbes. Solbes también divisaba los nubarrones en el horizonte, pero estaba obligado a cumplir las órdenes de su jefe como miembro del Gabinete y como militante del PSOE.

Se podían haber adoptado medidas que, aun sin impedir una crisis de carácter mundial, la hubiesen moderado. Medidas que le hubieran evitado a España caer tan abajo en el precipicio, hasta el punto de aproximarse a los seis millones de parados, casi 400.000 de ellos en anarias. Lejos de esa sensata prudencia, optó Zapatero por la política de "aquí no pasa nada" porque solo estamos ante una pequeña recesión exagerada por los antipatriotas. Así, mientras otros países se prepararon para el embate del maremoto económico que se acercaba velozmente a sus costas -tarde y mal, pero lo hicieron-, a los españoles los sorprendió la marea indolentemente tumbados al sol en la playa. El destrozo en la economía estatal ha sido de tal magnitud, que pasarán no diez o quince años como vaticinan algunos expertos, sino muchos más -como decía la pegadiza canción de Los Panchos- antes de que tengamos unos niveles de ocupación similares a los que disfrutábamos en 2007. Una situación que no se corresponde con la de otros países europeos, en los que ha retornado la normalidad desde hace tiempo. Las altas cifras de visitantes extranjeros que vienen a anarias es una prueba de esa salud económica, tan ajena de momento a nosotros.

Las circunstancias políticas, económicas y sociales de estas Islas guardan gran similitud con las que concurrieron en España hace siete años: caso omiso de la clase dirigente ante las muchas advertencias de que esto no puede seguir así. Avisos que nos hemos cansado de hacer en nuestros editoriales y comentarios desde hace años, antes con más vehemencia -pero no con menos razón- que ahora. Nos descorazona ver al Gobierno de anarias porfiando en su pulso con el Ejecutivo español por una consulta sobre las prospecciones petrolíferas que es absurda tal y como está planteada. Inadmisible e inservible porque su resultado, si es que llega a celebrarse, es irrelevante para una decisión que escapa enteramente de las competencias del Gobierno autonómico. El planteamiento adecuado, no nos cansaremos de repetirlo, era otro. Ante la imposibilidad de decidir sobre nuestras aguas, en primer lugar porque no existe ese supuesto mar territorial de anarias -no hace falta repetir ahora que tal concesión fue una de las tantas mentiras de Zapatero-, había que haber amarrado desde el principio unos beneficios para el Archipiélago. Esa era la decisión sensata, pero no la más conveniente para unos políticos deseosos de protagonismo.

No nos ponemos al lado del PP de José Manuel Soria ni de la de Paulino Rivero. Subrayamos el PP de Soria y la de Rivero porque no todos los miembros con responsabilidades de dirección en estas formaciones políticas, ni mucho menos todos aquellos ciudadanos que han votado a sus candidatos, están de acuerdo al cien por cien con lo que dicen y hacen sus líderes. A Soria le ha sobrado cierta dosis de prepotencia; a Rivero un manifiesto afán de convertirse en el héroe del petróleo para tapar su falta de eficacia política frente a los problemas de anarias -fundamentalmente el desempleo, del que se derivan en gran parte todos los demás- y a los dos un gran ejercicio de generosidad para aparcar rivalidades personales y pensar en el pueblo; en esos cientos de miles de ciudadanos sin trabajo y en esas decenas de miles que están pasando hambre, sin olvidar a los niños que deben comer en las escuelas porque sus padres, arruinados por la crisis, no tienen con qué alimentarlos. Deberían pensar asimismo ambos en las empresas que siguen cerrando con el consiguiente despido de personal. En la debacle del pequeño comercio. Hace unos días publicábamos un reportaje sobre una calle de Santa ruz en la que son más las tiendas que han cerrado que las que quedan abiertas. ¿No deben estar todos estos trabajadores y empresarios, canarios en definitiva, por encima de peleas políticas?

José Rodríguez decía que algún día caería sobre estos políticos -y ahora no nos referimos a nadie en concreto sino a todos en general- el fuego divino; que algún día serían juzgados y muy probablemente encarcelados. Algunos, tanto en anarias como en España, ya están en prisión. Mercedes Rodríguez, actual editora de EL DÍA, ha optado por una línea más moderada a la espera de acontecimientos. Moderación, lo hemos expresado con claridad otras veces, que no supone renunciar a la defensa del pueblo de Tenerife y de toda anarias. No queremos tomar parte a favor de Rivero ni de Soria en el asunto del petróleo, lo reiteramos, pero sí criticar lo que nos parece mal. Es lo que hemos hecho en este editorial y lo que seguiremos haciendo.

Tampoco nos inclinamos por uno u otro candidato en la batalla interna de . Hemos dicho siempre que tres mandatos consecutivos nos parecen demasiados y que esta formación política, al igual que el Archipiélago en su conjunto, necesita gente nueva que pruebe suerte ante las dificultades que padecemos; ante unos problemas que se están convirtiendo en crónicos. No obstante, eso no supone que tomemos partido por uno u otro candidato. uando decidan los órganos de expresaremos nuestra opinión. Esperemos que con este compás de espera no nos acusen una vez más de pretender influir en los asuntos internos de . Influir no pero criticar sí, porque ese es un derecho que tenemos y no vamos a renunciar a él.

Insistía el anterior editor de EL DÍA que para anarias ya es demasiado tarde en algunos aspectos. Nosotros preferimos pensar que todavía existe solución. Es más: estamos convencidos de que la hay, pero sin el aplatanamiento y la resignada aceptación de las calamidades actuales. Hay remedio, pero hay que ponerse en camino.