1.- Yo creo que este es el mes más tonto del año, si no fuera porque las compañías aéreas bajan los precios y las vacaciones son más baratas. Es un mes que te regresa a la rutina y te deja una sensación rara en el cuerpo. Porque todo vuelve a la triste realidad, terminado el espejismo de agosto. Además, es un mes en el que se gasta mucho, sobre todos los que tienen niños pequeños y medianos, por las cosas del cole, que son muy caras. Cuando los viejos cronistas se sentaban en los cafés para parir con pluma su glosa de todos los días, en septiembre flojeaban. Y es que se les acababa la tranquilidad que produce el tedio de agosto, con el asfalto hirviendo y los guiris en pantalones cortos. Los cronistas de café se inspiraban en cualquier cosa porque lo importante era rellenar el puto folio, con lo que fuera, que entonces el público lo devoraba todo y hoy mucho menos porque prefiere la Internet al papel; pobre de él. Los cronistas no han pasado de moda de milagro, aunque yo creo que un poco sí. Más que nada los cronistas con oficio, porque ahora lo que hay son mentecatos de tertulia. Y a nivel local, no te digo; con sus honrosas excepciones.

Vale cualquier cosa para escribir un artículo. Yo lo hago con lo mínimo: un dato, una noticia curiosa, una confidencia. A esto le echas tu propio background y tu memoria prodigiosa, aunque esté tergiversada por el tiempo. Al fin y al cabo, la historia queda no de la forma en que ocurrieron los hechos sino como los cuenta el narrador. Esta es la verdadera historia; la real se convierte en mentira porque no tuvo quien la relatara tal cual. Es ley de vida. Creo que García Márquez, a quien ahora vuelvo a leer -sus últimos artículos-, dijo una vez algo parecido.

3.- Cuando llega septiembre la gente empieza a pensar ya en las Navidades, en qué hará en diciembre, y en disfrutar al máximo de los puentes, que lleva apuntados en un papelito amarillo de possit. Si a los españoles nos quitan los puentes, como pretende el señor Rajoy, nos joden. Yo creo que lo que hay que hacer es poner más, al menos dos al mes, para que el ocio nos mate el miedo a la crisis, que no se ha detenido, a pesar de los elogios de la Merkel al stablishment. Yo nunca he sabido bien qué es el stablishment, que se puso de moda en la bendita Transición, esa que yo siempre escribo con mayúsculas.

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