Como muchos de ustedes sabrán, el iberismo es un movimiento político y sobre todo cultural que nació allá por el siglo XIX y que busca, o al menos intenta hallar, la unidad política de España, Portugal, Andorra y Gibraltar y, para ello, propugna el acercamiento político de sus dirigentes y la mejora de las relaciones entre todos sus habitantes. No es nada nuevo en el panorama europeo ya que como antecedentes tenemos el Risorgimento italiano e incluso la unificación de la nación alemana. Pero, a decir verdad, es un movimiento que, paradójicamente, languidece a través del tiempo, aunque se despierte y bostece de vez en cuando.

Lo de Canarias y el iberismo es una cuestión curiosa porque dos de las personas que más lidiaron e insistieron en propagar este ideal de unificación territorial fueron dos expatriados que, paradojas de la vida, acabaron viviendo en Canarias. Por una parte tenemos en el tiempo a Miguel de Unamuno que, una vez cesado por Primo de Rivera como rector de la Universidad de Salamanca por sus continuos ataques tanto a la corona como al propio dictador, fue desterrado a Fuerteventura, lo que le impulsó a tomar contactos con diferentes políticos extranjeros, principalmente portugueses, lo que originó su implicación más directa en el movimiento iberista, al estar convencido de que dicho movimiento se convertiría con el tiempo en una ideología política explícita que terminarían proponiendo un programa basado en acciones eminentemente sociales.

Pero, curiosamente, por la parte portuguesa, quien realmente fue el impulsor de dicha utopía fue nada menos que José Saramago, autoexiliado en Lanzarote desde la década de los noventa en que publicó su memorable "El Evangelio según Jesucristo", el cual fue vetado por el propio Gobierno luso; razón por la que el escritor se decidió abandonar su país en señal de protesta cobijándose en la localidad lanzaroteña de Tías, donde vivió y escribió hasta su muerte acaecida en 2010. No obstante, no dejo por ello de trabajar y participar en la vida cultural y social de ambos países; sobre todo a raíz de haberle concedido la Academia Sueca el premio Nobel de literatura.

Es curioso que dos hombres tan diferentes y dispares, pero de izquierdas, coincidieran desde el exilio canario en la idea de una Iberia unida; máxime cuando actualmente en España los nacionalistas, apoyados por la acción o por la omisión de los partidos de izquierdas, siguen la estela de la desmembración del país frente a la integración que el iberismo propugna. Menos mal que, según un estudio que llevó a cabo precisamente la Universidad de Salamanca, y que data del año 2009, un porcentaje significativo de ciudadanos de ambos países no serían contrarios, ni verían mal dicha unión política entre España y Portugal.

Tal vez por ello, la mejor forma de acercarnos ambos pueblos sea a través del Olivo; ya que, mientras las cenizas del escritor portugués fueron trasladadas desde Lanzarote hasta la Fundación José Saramago en Lisboa, donde su viuda las depositó al pie de un olivo centenario que trajeron desde su pueblo natal; en Tías, el año pasado se inauguró una escultura muy especial frente a su casa, hoy convertida en museo y lugar de peregrinación de las personas que buscan la paz y la hermandad entre los pueblos, y que, como no podía ser menos, representa a un olivo. Bajo dicha escultura que mide más de cinco metros, se puede leer algo muy hermoso que dejó escrito el viejo profesor: "Lanzarote no es mi tierra, pero es tierra mía".

macost33@hotmail.com