Una de las particularidades que definen al actual Gobierno canario gira en torno a la total ausencia de un programa que, durante estos últimos años, pudiera haber transmitido algo de optimismo al ciudadano a través de iniciativas diseñadas desde los diferentes departamentos, emisores teóricos de un dinamismo que trasladara al común la fiabilidad en un horizonte blanco, azul y amarillo. Es decir, que los canarios percibiéramos no sólo buenas intenciones (de ésas hay hartura), sino una ristra tangible de actividades que implantaran remedios urgentes al hambre, al paro, la sanidad y la educación. Por el contrario, la clase política se auto impuso abundantes choques internos; enfrentamientos que han desembocado en un aislamiento político con la ciudadanía, lo que les ha conducido a reunirse en el oasis de exquisitos intereses para pacer-pactar sin la molesta presencia del populacho que pudiese interferir en lo primordial, esto es, pensar sólo en cómo seguir aliviando las posaderas. La izquierda promueve el nacimiento de una derecha radiante y la derecha origina el surgimiento de una izquierda tajante. Más tarde, todos se unirán en ese paraíso que significa un trozo de verdor en medio del desierto de las calamidades. Un ejemplo que define la categoría humana de aquellos implicados en el tema escolar es la divulgación, a través de medios afines, de los desayunos y almuerzos que este formidable Gobierno autónomo prepara y regala a los miles de niños canarios que ¡no tienen que comer! Y lo anuncian como un éxito de gestión, cuando lo que sucede tiene mucho que ver con detritus que los salpican y los incapacitan para solucionar, reiteramos, el hambre, el paro, la sanidad y la educación.

La inoperatividad de los artistas que han formado parte de los distintos gobiernos autonómicos, es normal... dentro de la anormalidad. La organización política que tira (hasta hoy) de las riendas bien sujetas, esto es, los neonacionalistas, lleva delante de las orejeras un fin clarísimo: la perpetuación en el poder. Para ello, vienen bailando y vendiéndose al partido más dócil, y éste se deja llevar. Todo se transforma en una fachada llena de sonrisas que esconden un mundo agitado por las ambiciones personales. Las pasiones políticas se entienden cuando van encaminadas hacia el servicio a los demás. Por el contrario, cuando se encauzan hacia ellas mismas llevan un calificativo que preferimos omitir y dejar al paciente lector que lo señale.

Con el reparto del poder, asistimos al nacimiento de una serie de disparates comprensibles, únicamente, teniendo en cuenta las premisas negociadas. Los neonacionalistas, antes de que se produzca su desaparición, achacable al caldo de personalismos inútiles, debieron otorgar protagonismo real a los ideólogos, esto es, a aquellas personas capaces de crear la cohesión que ahora no existe. Una somera mirada a esa agrupación de partidos nos revela unos pocos nombres que podrían crear un cuerpo potente de ideas que se conviertan en la base sólida para afianzarse y alejar los turbios episodios que han marcado su recorrido en los últimos tiempos.

Pero hasta en los más bellos remansos brotan, además de agua y palmeras (algunas con dátiles muy verdes), tormentas de arena política que revuelven el feliz descanso de los que allí maquinan con la esperanza de vegetar eternamente. Sin embargo, todos olvidaron (lo suelen hacer cada cuatro años) que entre los tres grupos preponderantes pululan traidores capaces de romper hasta esas organizaciones que manipulan todo aquello que malviva fuera del entorno maravilloso. Lo que ha sucedido ahora es que las tres organizaciones se han roto y se ha dado el caso insólito de que un presidente y un vicepresidente del pacto que venía funcionando (otros años actuaban distintos actores) se han difuminado. El primero, porque perdió unas votaciones; el segundo, previó esos resultados y se marchó... hasta cierto punto. Los dos, sin embargo, procedieron inteligentemente. Uno porque vislumbró que iba a producirse una fractura propiciada por dinosaurios (atención a los barrios); el otro, porque estaría mucho mejor a bastante distancia de aquí y con un cargo a su medida. Lo cierto es que el que se atrevió a llamar la atención en Madrid ante el abandono a Canarias, perdió. Los que practican el tapadillo de la genuflexión ante los señores con corbata, vencieron. Lo que no significa que se hayan apoderado de la Presidencia de Canarias. Todavía tiene que llegar, con todo su esplendor, la primavera del año que viene.