El cronista afirma que no había vivido un espectáculo semejante en muchos años.

En el palenque San Borondón se enfrentan en una justa, largamente esperada, el caballero del señorío de El Sauzal, isla de Tenerife, y el caballero del señorío de Telde, isla de Gran Canaria, ambos acompañados de sus fieles escuderos Ferdinand Rivers ( de un tiempo a esta parte esconde su identidad española por temor a las represalias de los muchos nobles afectados por el reparto de las FM). Y Asier Antona es quien acompaña al grancanario, elegido como premio a sus reiteradas apologías al líder de su mesnada.

El noble Paulino cabalga sobre camello (dromedario) de gran porte y con amplio curriculum a su joroba, donado por el presidente del Cabildo de Lanzarote como respuesta a su defensa contra la extracción del petróleo frente a sus costas. Dicen las crónicas que tiene el mérito de haber paseado sobre su chepa por tierras majoreras a ilustres miembros de la corte como César Manrique, José Saramago, incluso a parte de la Familia Real de las Españas.

Por su parte, el noble representante de la corte castellana monta un alazán descendiente de Babieca, el caballo del Cid Campeador, según señalan los bardos de la corte de Dolores de Cospedal, alter ego de la Villa y Corte, que envió desde Castilla tan hermoso ejemplar.

Nobles y plebe, cortesanos y pueblo llano llenan los graderíos del recinto, convenientemente separados. A un lado, blandiendo pancartas, estandartes y banderolas con una mano negra, abierta y de color negro, los seguidores del señor del occidente canario. En la grada de enfrente una amplia representación del canario oriental portando, igualmente, enseñas y banderas con el símbolo de un dólar ($) estampado en ellas.

Para mitigar el tremendo calor –la justa es las cinco de la tarde– al público asistente les son servidas cervezas de la marca Dorada a unos y Tropical a otros.Hasta en esto el cronista nota la tremenda tensión que existe entre contendientes y seguidores.

Desde el lugar en donde se encuentra este juglar no se distingue el palco de honor con la presencia de damas de alta alcurnia, que esconden sus rostros con altos tocados y largos velos, y lo más granado de cortesanos adictos a ambos jinetes.

Es el momento y suenan las trompas y clarines. Empieza la justa.

Los jinetes se bajan las viseras de los yelmos.

El esperado grito de ataque sale primero, alto y claro, de la garganta del de señorío de Telde: ¡Por España y por Canarias! ¡Alto ahí, eso si que no!, responde el señor de El Sauzal. ¡Por Canarias, yo!

¡Voto a bríos, soy de la isla gran, grande!

¡Pardiez, y yo hijo del Teide, el más alto!

¡Vos me ofendéis con tanta arrogancia!

!Y vos a mí y a mis vasallos con sus ordenanzas y pretensiones!

¡Insolente, pagaréis cara la impertinencia!

¡Xxxxxx Mmmmm Xxxxxxx! ¡Mmmmm Xxxxxx Mmmmmm!

Son las once de la noche, seis horas después de que haya comenzado el esperado torneo. Estimados lectores, este cronista se va del campamento en vista del diálogo de sordos que se está desarrollando y que no tiene trazas de finalizar.

Mañana, a primera hora, volveremos en la seguridad de que nos encontraremos con la misma situación.