Vimos el otro día en televisión un reportaje sobre los recortes emprendidos en un país como Dinamarca. Hablaba uno de los políticos entrevistado que en determinada comarca danesa habían concentrado cuatro ayuntamientos en uno solo. De cuatro alcaldes habían pasado a uno. Se habían suprimido veintitantos cargos políticos. En la misma línea de ahorro, en todo el país se habían concentrado organismos públicos para eliminar cargos políticos y suprimir plazas de funcionarios y empleados públicos. Unas 45.000 personas habían sido despedidas. Con ello, la Administración de ese país ha conseguido ahorrar un diez por ciento de su presupuesto en personal. Se suprimen instituciones innecesarias por redundantes y, cuando es necesario, también servicios públicos.

En la misma zona en la que se ha pasado de cuatro ayuntamientos a uno se han concentrado las escuelas también en un único centro. Consideraron en su momento las autoridades educativas que no era rentable mantener colegios con apenas una docena de alumnos. Ni rentable, ni eficiente desde el punto de vista académico porque un centro más grande ofrece también más medios a sus alumnos. Para compensar los inconvenientes de traslado de los que viven más lejos, se han dispuesto los servicios necesarios de transporte escolar. Inicialmente la población no acogió de buen grado estas medidas. Hubo airadas protestas pero las autoridades, dispuestas a hacer lo que fuese más conveniente para la comunidad pese al coste en popularidad que ello pudiese suponerles, siguieron adelante con sus planes. Al final ha habido una aceptación general por la eficiencia alcanzada.

En el mismo reportaje se mostraba el despilfarro descomunal de fondos públicos realizados por algunas corporaciones municipales españolas. Discotecas con capacidad para 8.000 personas en un pueblo con solo 6.000 habitantes, hoteles de cuatro estrellas construidos con dinero público que han tenido que cerrar al poco tiempo de abrir porque no han tenido ni un solo cliente, piscinas cubiertas construidas con materiales de lujo que ni siquiera llegaron a inaugurarse porque se acabó el dinero antes de concluir las obras... Como decía el anterior editor de este periódico, a algunos políticos habría que fusilarlos y después celebrar el juicio. Lo de fusilar dicho en sentido metafórico, naturalmente.

No son esas políticas de austeridad las que se aplican en Canarias y en España. Aquí los sindicatos de profesores pusieron el grito en el cielo cuando el ministro Wert habló de incrementar un diez por ciento el número de alumnos en las aulas, pese a que eso solo suponía pasar de 20 a 22 en la mayoría de los casos. Igual revuelo al que se produjo cuando el Gobierno de Canarias quiso que los docentes dieran una o dos horas más de clase a la semana.

En cuanto a la reducción de ayuntamientos, ¿qué más podemos decir sobre lo ya dicho? Llevamos bastante tiempo asombrados de que se recorten ayudas sociales y servicios públicos porque hay que ahorrar, pero sin suprimir, al mismo tiempo, ni un solo puesto político. Los miembros del Parlamento de Canarias siguen cobrando sueldo y dietas como si la crisis no fuese con ellos, porque realmente no va con ellos, y cuando hablamos de unir en una sola cuatro localidades que están físicamente solapadas, como es el caso de Santa Cruz, La Laguna, Tegueste y El Rosario, no tarda en salir alguien con el argumento de la inalienable identidad de cada una. Mientras tanto, aumenta el déficit público.

Los políticos canarios siguen tan indolentes como siempre. En estos días su máxima preocupación es conseguir un buen puesto de salida en las listas electorales. No se dan cuenta de que las cosas están cambiando muy deprisa. La gente cada vez está más cansada de la mamandurria. Los esquemas no van a ser los mismos. Tanto CC como el PP y el PSOE siguen vendiendo la piel del oso antes de cazarlo. Es probable que en mayo se lleven una sorpresa muy desagradable para ellos. No será porque no les hemos avisado. Llevamos años haciéndolo.

Francia, Italia, Alemania, Dinamarca y otros países han rebajado el número de ayuntamientos. En Dinamarca solo hay cien. La UE le recomienda encarecidamente a España que reduzca a la mitad los más de ocho mil que tiene ahora mismo. La propia Universidad de La Laguna ha concentrado drásticamente su número de facultades y escuelas técnicas para ahorrar cerca de medio millón de euros anuales. ¿Por qué no hacemos lo mismo con los ayuntamientos? Pues, porque los partidos políticos no quieren perder pesebres para sus miembros. Mientras pague el pueblo, que siga la fiesta.