Lo ocurrido esta última semana en el edificio se puede calificar de auténtico bochorno, y no solo por el calor asfixiante que hemos tenido que soportar por culpa de un fallo masivo en los ventiladores que la presidenta de la comunidad ha distribuido -como si fueran los molinos del ITER- por todas las escaleras, sino por la vergüenza que hemos pasado con las estupideces de Úrsula. Todo empezó cuando llegó Stephen Hawking a la Isla y escuchó en la radio que el científico británico negaba la existencia de los agujeros negros.

-Mi cuñada también lo oyó en la tele. Dijeron que Hawking (ella dijo Jousquin) ya no cree en los puntos negros esos -explicó Carmela a su manera mientras restregaba el zócalo del rellano, por primera vez en los últimos tres meses.

-Eso es totalmente falso -se enfadó Úrsula- Yo estuve en uno hace años, cuando el accidente con el cuatro latas. Lo recuerdo como si estuviera ahora mismo allí. Así que, siento decir, que se equivoca.

En medio de la discusión, Salvatore, el italiano que comparte piso con el taxista durante el verano, se tropezó con las dos señoras en la escalera y, al escucharlas, les dijo que el científico tenía toda la razón.

-Signora, usted es confusi con tunnel della morte -le dijo.

-¿Qué ha dicho el italiano este? -preguntó Úrsula con desprecio.

-Dice que te equivocas y que lo tuyo fue el túnel de la muerte y no un agujero negro -le tradujo Carmela, gritando como si la mujer tampoco entendiera el castellano.

Durante dos días, Úrsula estuvo amulada sin dirigirle la palabra a Salvatore que la había desacreditado, según ella de mala manera, pero el jueves se envalentonó y fue a buscarle a su piso para pedirle que le acompañara a ver algo importante. El italiano, que estaba tirado en el sillón a pecho descubierto, se puso la primera camiseta que encontró: una verde fluorescente con la que hace deporte y siguió a la mujer. Previamente, Úrsula le había encargado a su hermana Brígida que retuviera el ascensor en el ático. Sin pensárselo dos veces, la mujer cogió un taburete, se subió y aflojó dos tornillos de la puerta del aparato, con lo que pudo abrirla sin problema. Se acercó a Salvatore y le preguntó: "¿Todavía sigue pensando que no existen los agujeros negros? Y, entonces ¿esto qué es?" El italiano se alongó para mirar, perdió el equilibrio y cayó al vacío, más rápido que Félix Baumgartner el día que saltó desde la estratosfera.

Al escuchar el golpe, la Padilla, la presidenta, Carmela y yo salimos a la escalera. Brígida bajó corriendo desde el ático y le hizo un gesto a su hermana como si le preguntara: "¿Por DiosNoLoHabrásEmpujado?" Úrsula le respondió con otro gesto que no tiene traducción.

De repente, escuchamos un aullido que subía desde lo más hondo del ascensor. Nos asomamos pero no vimos nada, hasta que Carmela dijo: "Allí hay un reflejo", señalando a la camiseta fluorescente.

-¡Es el italiano! -gritó la Padilla.

-Pero ¿qué hace ahí tirado? -preguntó Dolors, la presidenta de la comunidad-. Seguro que se mandó tres rones seguidos. Qué vergüenza de vecinos.

Brígida intentó ocultar lo que, en realidad, había ocurrido y se puso a tartamudear palabras inconexas, pero Úrsula sacó pecho y nos miró a todas, desafiante: "Se empeñó en que los agujeros negros no existían y, cuando fue a comprobarlo, ¡zas! ...".

Carmela no daba crédito a lo que acababa de escuchar y empezó a gritar.

-Salvatore, ¿me oye? Si está viendo la luz al final del túnel, respire y piense en cosas bonitas. No se deje ir, por favor.

Como no hubo respuesta, tuvimos que llamar al 112 para que lo sacaran de allí. Todavía hoy, el hombre se recupera de sus lesiones en la mandíbula, la clavícula y la pierna izquierda. Lejos de sentirse culpable, Úrsula está orgullosa y va pavoneándose por todo el edificio de que ha desmontado la teoría de Hawking. "Los agujeros negros sí existen y hay que tener cuidado con ellos", asegura. Espero que Hawking no se entere, ahora que está en la Isla. Qué vergüenza.

@irmacervino

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