"Las niñas ya no quieren ser princesas... y a los niños les da por perseguir el mar en un vaso de ginebra...".

Los niños españoles no quieren ser políticos. Eso dicen las encuestas. Podríamos pensar que hasta los más pequeños están asqueados de los casos de corrupción, de los ERE, de los independentistas catalanes, de los Pujoles y hasta de la Casa Real. Pero la realidad es muy distinta. Porque los niños de hoy tampoco quieren ser curas, ni jueces de lo contencioso, ni concertinos, ni generales o astronautas. Los niños son, sobre todo, niños, y cuando se le preguntan cosas de mayores, trasladan al encuestador las frustraciones y las ambiciones de sus papás y de sus tíos solteros.

Los niños quieren ser futbolistas, pero no porque amen el deporte, sino porque aman los sueldos multimillonarios y las chicas guapas, y quieren salir todos los días en la tele. Y las niñas quieren ser profesoras o modelos, pero no para servir a la humanidad, o para realizar el ideal de belleza del Renacimiento, sino porque les parece que son las formas más apropiadas para atraer a sus entretelas a los deportistas multimillonarios. Pero nada de eso nace del interior de los niños, ni los define. Porque lo único que hacen los niños es transmitir los valores imperantes en la sociedad, o reflejar las frustraciones de sus padres en la forma en que las vivimos cuando nos damos cuenta de que ya no vamos a alcanzar lo que queríamos ser.

Los cinco años de internado en los Maristas, en los que además de meditación, misa, rosario y oraciones varias a diario nos enseñaron tantísimas cosas... recuerdo que los pasé soñando ser futbolista o cantante. Está claro que no apunté bien. Allí me contaron que santa Teresa y Juan de la Cruz -santo también- siendo chiquillos, fueron pillados infraganti cuando se iban a luchar contra los moros y así ganar el cielo por el martirio, porque era lo que les contaban sus padres, que ascendían en la sociedad a través de la guerra. En los tiempos de Napoleón, los niños querían ser militares, y poseer un uniforme con un sable y un casco emplumado. En los años sesenta-setenta los españolitos querían estudiar o ser emigrantes, porque los papás nos decían que eran las dos únicas formas de salir del pueblo y dar un salto en la escala social.

Los niños son como esponjas, y las encuestas que les hacemos solo sirven para conocernos a nosotros mismos, de la misma manera en que el vestirlos de mago o hacerles tocar el violín o el saxo sirve para demostrar lo que quiso hacer su papá -o su mamá- y nunca pudo hacer.

También sucede que los niños de hoy ya saben que la política no es una profesión, y que antes de llegar a alcalde hay que ser bombero, cirujana, físico nuclear o peluquera. Y por eso intuyo que avanzaríamos mucho si, en vez de aflorar nuestras frustraciones de mayores, dejásemos de preguntarles tonterías a los niños.

Escuchas un debate de educación. Prestas atención. Lo sabes bien. Vives momentos estupendos junto a ellos y otros agotadores. Pero escuchando -los que hablan son expertos en pedagogía- te das cuenta que pisan demasiado los grandes clásicos. Hay que pasar tiempo con ellos... Hay que estar pendientes de los pequeños... Es bueno que noten el cariño... Los niños que han crecido con cariño se notan... Mejor un beso que una bofetada, etcétera. Entonces interviene una madre. La mujer no puede hablar más claro. Ella es de las que están con ellos, de las que les dan cariño. De las que consumen su tiempo junto a esas pequeñas centrales de energía nuclear que nunca se agotan. Pero la madre es muy sincera y confiesa que ella los quiere, pero que ella sí se agota. Va más allá y dice algo en lo que menos mal que todos los expertos le dan la razón. Está muy bien estar con ellos, pero hay que ponerles límites. La clave entre una buena y una mala educación está en establecer fronteras, explica la mujer. Cuánta verdad. Es difícil decir que no a lo que más se quiere. Pero se le hace tanto bien que vale la pena. Y, después, que sean lo que quieran. Incluso independentistas... aunque no sé yo, con lo que les cuesta ser independientes. Algunos ni a los cuarenta...

Feliz domingo.

adebernar@yahoo.es