Su significado lo dice todo. Ni más ni menos que equivale a la revelación que hace el hijo de Dios a an Juan, y como último libro de la Biblia siempre ha sido un misterio para los seres humanos, pues interpretan su mensaje como un cúmulo de desastres encadenados hasta el fin de la Humanidad. También pregona ese mundo invisible para los mortales, pero visible para ese Gran Hermano que todo lo controla.

Aplicado a los candidatos a las primarias socialistas, vendría a ser el triunfo de uno de ellos, mientras que los perdedores equivaldrían a ese dragón rojo y dos bestias -dicho en sentido bíblico- que perseguirán encarnizadamente al triunfador. Mas, a pesar de los esfuerzos del perdedor y sus secuaces, finalmente no podrán derribarlo. Respecto a los avales -ahí viene la primera pista-, los que empiezan por seis -atenta, Luengo- y no llegan al siete simbolizan la imperfección, porque para ser un candidato coherente se requiere un mínimo de 700 avales, ya que el siete equivale a los orificios que tiene cualquier cabeza que se eleve sobre los hombros. Y de ahí, en progresión, iríamos sumando hasta llegar al guarismo iniciado por el doce -de mil doscientos hacia arriba-, que equivale a las tribus ejecutivas más importantes del archipiélago, que se pronunciarán por la "Chinita", que es la que más partidarios ha llevado, atraídos quizá por el embrujo de sus cabellos de fuego, sus ojos rasgados y su enorme sonrisa de senadora ya rodada y diputada nacional vehemente -aunque obediente como todas al férreo centralismo del jefe de filas-. Luego está el samurái melenudo, que va por libre, como la consejera, pero que parte con la ventaja de la cifra inicial de doce. Injusto sería si me olvidara del tercer jinete, genuino ejemplo de la fémina de pelo en pecho, algo austera en sus aditamentos y muy centrada en su visión insular, pese a haber ostentado en su momento un cargo genérico de ámbito regional. Todos ellos protagonizarán la briosa cabalgada que concluirá con el triunfo del bien sobre el mal (la Biblia, dixit). Porque si buscamos el lado profético del libro de marras, viene a ser un compendio de anuncios futuros de paz y prosperidad política (ja, ja) en una tierra nueva, desprovista de los males anteriores. O lo que es lo mismo, borrón y cuenta nueva, para que nada cambie.

Dejando por un momento a los jinetes en un alto del camino, acabamos de ser testigos de los presupuestos generales para el 2015 -año del milagro de los panes y los peces, según el PP- y donde se deduce, una vez más, la permanente falacia disfrazada de afeites, que se disiparán a la primera vuelta de tuerca, una vez concluidas las elecciones, gane quien gane.

Para empezar, el inefable recaudador habla de rebaja de 3.400 millones en impuestos, pero omite que en su legislatura han aumentado en 30.000 millones la presión fiscal. También dice aumentar un 31% en infraestructuras, en búsqueda de votantes entre las previsibles nuevas contrataciones laborales. Tampoco olvida que van a seguir engordando el haber de los partidos en 100 millones, respecto a la pasada legislatura (de 245 a 345). Contrariamente, aplicará la subida mínima a las pensiones del 0,25%, sacando previamente 9.000 millones de la ya famélica hucha de reserva. También le dan vuelta a la tortilla del paro para decir que el gasto por desempleo baja un 15%, olvidando mencionar que más de la mitad de ese porcentaje ha agotado todas sus prestaciones. Esbozados estos eufemismos falaces, me pregunto, y nos preguntamos: ¿qué carajo me importan las primarias de tal o cual partido, si nada va a cambiar? Para empezar, tendremos que llevar a la práctica el título del tango de Gardel: "Y todo a media luz", por la subida brutal de las tarifas eléctricas para este otoño-invierno. Menos mal que Canarias tiene seguro de sol, para seguir cantando como las cigarras.

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