Lo del vino traído de fuera se sabe desde hace tiempo. Tengo un amigo en el Puerto y me cuenta que las cubas de vino chileno llegan cada mes. De ahí, directamente a algunos bares o guachinches que lo colocan como estupendo vino del país.

Conozco incluso el caso de un listillo que vendía vino del país a varias cantinas de campos de fútbol. En ellas, los entendidos presumían con regusto de la calidad del morapio. Hasta que el listillo fue detectado comprando el tinto a un exportador de renombre. El fulano se mofaba de los catadores y cantineros...

Pero lo conocido estos días respecto a Bodegas Insulares, empresa participada por el Cabildo de Tenerife, tiene otra realidad. Hay excedente de uva en Tenerife que no tiene salida al mercado por falta de calidad. Y hay mercados de hostelería que exigen precios reducidos por el vino. Y a veces hay que arreglar vinos para surtir a ese mercado. Y por eso se compra vino de fuera. ¿Qué hacemos, tirar a la basura el excedente de aquí, porque no da los parámetros de calidad?

Esto se hace desde hace tiempo. Qué casualidad que justo ahora sea un problema. Una cosa es proteger los productos de Tenerife y otra surtir a determinados mercados. Esta historia del vino no puede ser un problema político, que además no se puede permitir el sector.