Entiendo desde mi posición de nacionalista que hay que tener bien claro cuál es el destino de los pueblos, y Cataluña lo es. Y no es otro que marcarse una meta a la que se llegará cuando sea factible y que no puede ser otra que la independencia, que en los albores del siglo XXI no va a ser como en los viejos tiempos, sino que será más que otra cosa una inter-dependencia, una confederación. O sea, un pueblo emergente (sigamos hablando de Cataluña) tendrá sus poderes institucionales, sus máximas competencias y, además, asumirá determinados contratos o acuerdos con el Estado, en este caso el español, y con la Unión Europea.

En ese contexto, donde debe prevalecer el diálogo y delimitar cada parte sus competencias, Estado-Cataluña, este no se ha producido y por la posición del gobierno se ha obtenido un silencio total, además de poner toda la maquinaria legal con la que cuenta para evitar la consulta que promueve la Generalitat, la que se ha visto desbordada por el grito de la calle que pretende se le deje opinar. Simplemente opinar.

Nos encontramos en este momento, y con vistas al 9-N, con una situación ciertamente comprometida donde lo que predomina es la negación del reconocimiento de que Cataluña pueda optar a decidir que es la opción democrática por excelencia, cual es ejercer el derecho a la autodeterminación; que por otra parte es una derecho liberal tan antiguo desde que se implantaron las proclamas de la Revolución francesa.

Con todo ello, ante la negativa del Gobierno español de acercar posturas, porque los acontecimientos no se van a detener, ¿qué hacer? En principio, cuando los argumentos se agoten y apenas se haya conseguido nada, se abordará una modificación de la Constitución para encajar territorios que están en esta tesitura, sin olvidarnos de Canarias.

La tensión en Cataluña va a continuar porque una vez que la voz de la calle se agrande ante la negativa del diálogo es una tozudez creer que la leyes solucionan cuestiones territoriales cuando se ha viso a lo largo de la historia que cuando los pueblos claman por aquello que dicen les pertenece las leyes se han modificado para que las conductas no se hagan más virulentas y se creen conflictos allí donde no debieran haberse producido, siempre y cuando prevalezca el diálogo que reafirme las razones políticas e históricas que conduzcan al encuentro de la solución adecuada para unos y y otros.

Y contar, no nos olvidemos, de unas próximas elecciones municipales y autonómicas que darán nuevos bríos al nacionalismo catalán y con el auge de Esquerra podrá quedar atrás la tibieza de cierta parte de CiU y la agresividad política se acrecentará aún más.