1.- Cada vez que viene un amigo venezolano le pregunto lo mismo: "¿Cuánto durará esta situación en Venezuela?". Y esta vez con más motivo porque hay un run-run que habla de golpe de Estado. Yo no veo nada bien eso de los golpes de Estado, aunque sean incruentos y bienintencionados. Soy demócrata. Pero creo que en Venezuela o alguien le pega un golpe de timón al país o éstos acaban con él. Porque en Venezuela ya no mandan los venezolanos, todo el mundo sabe que mandan los cubanos. es un títere de los Castro, aunque no manda un carajo; el que manda es Diosdado Cabello, que maneja el Ejército -de momento- y que le dice lo que hay que hacer. Creen que el país es suyo; y en realidad lo es. El otro día un amigo me invitó a regresar a Venezuela. Me negué. "Yo no sirvo para vivir con miedo", le dije. Y tampoco puedo regresar a un país que secuestra periódicos digitales, encarcela a los opositores, amaña elecciones, se convierte en mesiánico y no combate la delincuencia. Para eso me quedo en mi casa.

2.- Llegué a considerar a Venezuela como mi segunda casa. He pasado muchos momentos gratos en ese país. Sobre Venezuela escribí una novela -"Los gallos de Achímpano"-, que tanto gustó al presidente Chávez, antes de que le entrara la locura (se la llevó personalmente un agente de los servicios secretos cubanos que estaba destacado en Canarias, según me contaron). Y la enseñó en televisión, según también me contaron. Pero en el actual estado, no vuelvo. ¿Para qué? ¿Para pasar miedo? No, me quedo en mi casa.

3.- Me da mucha pena de este país. Hay rumores de golpe, pero estos rumores han estado siempre en el ambiente. No sé si una asonada militar incruenta será la solución. La vez anterior no lo fue. ¿Dónde está Carmona Estanga? ¿Qué fue de aquellos generales que soltaron a Chávez, preso en una mazmorra lejana, para que tomara de nuevo el poder? ¿Cómo se escribe aquella operación chapucera, de la que aún no está escrita la última palabra? No, yo no voy a Venezuela. ¿Para qué? Déjenme aquí, tranquilo, en el país del dolce far niente. Al fin y al cabo, ya estoy viejo para jugar a la guerra en un país que realmente no es el mío. Cuando las cosas cambien, si me da tiempo, volveré.

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