Dice la Iglesia -la cristiana- que la ciencia no está reñida con la teología. Hay algunos conceptos, es cierto, que la ciencia no admite -los milagros, la inmaculada concepción de María, su asunción al cielo, la infalibilidad del papa...-, pero sí otros reflejados en el Antiguo y el Nuevo Testamento. La teoría de la evolución de las especies de Darwin es en la actualidad aceptada por muchos científicos, e incluso por la Iglesia, que no ve inconveniente en que el "hombre-mono" recibiese de Dios el "soplo" que lo convirtió en "hombre-humano", tal y como lo reflejó Stanley Kubrick en su película "2001, una odisea en el espacio".

Pero no quiero apartarme del tema que traté al principio: la creación del Universo. Si se admite el big-bang -algo que parece lógico-, ocurrido tras los últimos descubrimientos de la ciencia hace catorce mil millones de años, también podemos considerar lógico que tras la explosión debió de reinar el caos más absoluto, que aún continúa y queda confirmado con la actividad interestelar: agujeros negros, materia oscura indetectable, expansión del universo, estrellas que se "comen" a otras, etc. Resulta, pues, evidente, que el caos genera más caos, no orden, y en lo que sí están de acuerdo todos los científicos es en el increíble orden que existe en el Universo. Tolomeo, Copérnico, Galileo, Newton, Hubble, Einstein, etc. se han hecho eco de ello -repito la frase del último: "Dios no juega a los dados"-. El movimiento de los astros, sus órbitas constantes y fijas, las fuerzas de atracción -la gravedad, el magnetismo...- hacen pensar, en consecuencia, y así lo ha hecho el ser humano desde que mora en este mundo, en la existencia de algo que justifique este diseño inefable donde no existe el más mínimo fallo. Si llamamos a este algo dios, ese Dios es el que se manifiesta en la Biblia que rige las creencias de cristianos, ortodoxos, protestantes, etc., quizá el libro más criticado por la Humanidad, sobre todo por lo que se dice en el Antiguo Testamento.

¿Y esto último por qué? Ante la falta de documentos que corroboren lo narrado en ella, muchos autores se han deleitado analizándola exhaustivamente; diría incluso que con auténtica fruición. Buscan errores de localización, reflejan problemas de comunicación lingüística, se recrean al constatar que mucho de lo escrito en ella también figura en los libros "oficiales" de otras religiones, sin querer comprender que a los humanos de entonces, incultos y analfabetos, era preciso hablarles en ese idioma, en el de la fantasía y la hipérbole, para que se hiciesen una somera idea de lo que a todos preocupaba: la existencia de un Dios que justificara la Creación.

¡Qué pena ser ateo!, dijo un premiado con el Nobel en una ocasión, y es que su mente científica no admitía lo que los cristianos sí asumimos por la fe. Claro, la fe no nace con nosotros. La vamos adquiriendo con el tiempo, teniendo ejemplos en nuestros progenitores, leyendo y, sobre todo, observando lo que nos rodea. Bastaría, como han recomendado hasta personas sin formación, tenderse en el suelo en un sitio solitario, en una noche sin luna, sin compañía para no distraernos con conversaciones, y mirar entonces el cielo. No me cabe en la cabeza que ante el espectáculo que se nos ofrece haya ser humano que no se emocione y se pregunte qué misterio encierra la vida, qué hacemos en nuestro mundo, qué misterios insondables nos rodean...Y todo esto mientras el Universo viaja por el infinito, desplazándose a una velocidad -realmente es imposible saberla, puesto que en el espacio no existe una referencia ya que todo él se mueve- que algunos científicos cifran en 600 km/seg, o sea 2.160.000 km/h.

Con todo lo dicho, pidiéndole disculpas al señor Hawking por ser tan imaginativo, ¿cómo no voy a creer en un Supremo Hacedor? Es que si no creyera en Él mi vida sería una m... En cambio, la esperanza me da vida y me ilusiona para continuar mi búsqueda, que será inútil puesto que ya se ha encargado ese Supremo Hacedor de que sea así, de que solo lleguemos a Él mediante la fe. Seríamos todos los humanos seres sin iniciativa, despojados totalmente de libre albedrío, si supiéramos, "porque lo hemos visto", lo que nos espera si lleváramos una vida sin valores morales. Por dudar, por no tener fe, parte del género humano se ha corrompido, y siendo esto triste más lo es que estos se burlen y zahieran a quienes los respetan.

Parodiando a Hamlet, creer o no creer, esa es la cuestión.