Si alguien se informase sobre los vientos y las corrientes habituales en la zona donde Marruecos (entiéndase empresa turco-británica que trabaja para ese país) ha encontrado petróleo, no diría que la posible explotación comercial de esos recursos es menos peligrosa para Canarias que los sondeos previstos por Repsol a 50 o 60 kilómetros de Fuerteventura y Lanzarote. Más bien manifestaría lo contrario porque en el caso de producirse un derrame en el área de Sidi Ifni donde se ha hallado crudo -falta por ver si su comercialización es rentable-, esos vientos y esas corrientes no llevarían la marea negra a las costas de Agadir, un enclave turístico marroquí en plena expansión, sino a las del archipiélago canario, mientras que un también hipotético accidente en el lugar elegido por Repsol difícilmente afectaría a las dos citadas islas.

Esto lo sabe Paulino Rivero. No necesariamente porque lo haya estudiado, que no tiene por qué haberlo estudiado, sino porque cuenta con asesores que sí lo saben. Y si no lo saben, haría bien en despedirlos antes de que lo embarquen en disparates aún mayores. Pero no nos engañemos. La lógica y la verdad al completo hace tiempo que quedaron aparcadas para que la demagogia campe a sus anchas por un motivo tan simple como contundente: con la demagogia se ganan votos; con la sensatez, más bien no.

Se lo comentaba el viernes a un funcionario -un alto cargo- canario. Un técnico joven y todavía no suficientemente desencantado de muchas cosas para albergar la esperanza de que algún día tendremos un sistema mejor. O al menos un sistema racional en todo; empezando por no contar con más políticos, ni tampoco con más empleados públicos, que los necesarios o los que podemos costearnos. Tienen a su favor los demagogos la existencia de una población inculta a conciencia. Hace tiempo que me río cuando oigo hablar a los políticos -a todos, sin distintivos ideológicos- de la necesidad de formar a la gente para que sea competitiva en un mundo global. Hablar por hablar. Una población formada e informada, una ciudadanía con criterios para decidir por sí misma sin estar sometida al yugo de las cantinelas diarias, eliminaría a esta clase política en la primera cita con las urnas. Arrojaría a más de uno y a más de dos a la tragedia de tener que buscarse un nuevo trabajo fuera del pesebre público. Algo a lo que no están dispuestos, obviamente.

Menos mal que nos dirige un presidente del Gobierno vernáculo experto también en los mercados financieros. Por eso dijo ayer Paulino Rivero, con la autoridad de un bróker neoyorquino, que esos anuncios de hallazgos de petróleo suelen hacerlos las compañías para que suba la bolsa. La verdad es que ayer subió bastante la Bolsa de Madrid; una insignificancia, pese a ello, en comparación con la debacle de la pasada semana a cuenta de las gracias de los señores Mas, Junqueras y otros ilustres barones de la butifarra. Puestos a hablar de petróleo y de mercados, digámoslo todo porque la mitad de la verdad suele ser el mayor de los embustes.

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