Tenemos África a menos de cien kilómetros de nuestras costas. Por eso hablamos constantemente de África. No hay político que se precie que no destaque la necesidad de incrementar las comunicaciones aéreas y marítimas -las marítimas inexistentes desde Tenerife, pero no así desde Las Palmas-, que no nos recuerde el enorme mercado potencial que supone el otrora llamado Continente Negro -lo de negro no únicamente por el color de la piel de la mayoría de sus habitantes, sino por las hambrunas, las epidemias y las guerras que lo asolan de parte a parte con harta frecuencia- y que no se dé un baño de caridad un tanto hipócrita al encarecernos la necesidad de ocuparnos humanitariamente de África. Nunca estaremos en contra de la solidaridad, pero no hay necesidad de cruzar ese centenar de kilómetros para encontrar hambrunas. Por desgracia, a día de hoy también en nuestro Archipiélago hay gente que pasa hambre.

El vecino continente merece nuestra atención, pero la labor de ayuda a los propios canarios se hace más urgente e ingente cada día después de siete años de crisis. Como dijo antaño un prelado francés, Francia es tierra de misión. Canarias es tierra de acción humanitaria porque tenemos que remontarnos décadas atrás en nuestra historia para encontrar una situación similar. No queremos pecar de catastrofistas, pero los problemas de estas Islas no nos permiten dormir con tranquilidad cuando cae la noche. Por eso miramos con ansiedad los relevos que se están produciendo en los partidos políticos.

A Fernando Clavijo lo consideramos una persona adecuada para el cargo al que aspira. Le falta experiencia como presidente del Gobierno regional -no así como alcalde de La Laguna, puesto en el que hasta este momento ha realizado una notable labor-, pero la experiencia se adquiere. A nadar se aprende arrojándose uno al agua. De Patricia Hernández, en cambio, albergamos serias dudas. Su juventud y su aún más acusada inexperiencia es un tanto a su favor. Visto lo que hemos estado viendo en los últimos años, hemos de darle la vuelta al conocido refrán. Ya no nos vale lo malo conocido; preferimos lo bueno por conocer. En cambio, sí nos preocupa de la candidata socialista las presiones que pueda recibir de las diversas facciones de su partido. El PSOE se ha convertido en una caja de grillos en Canarias y en toda España. Falta por ver quién será el candidato del PP.

Tampoco podríamos vaticinar en estos momentos con un mínimo de solvencia quién será el próximo alcalde de Santa Cruz. ¿Continuará Bermúdez? Sea quien sea el futuro regidor de la capital, esta ciudad no puede seguir así. Se nota una parálisis angustiosa. Las inundaciones del pasado domingo han supuesto un palo añadido a un enrarecimiento que viene de atrás.

Hay que ir a África para ayudar a sus habitantes y, si queda algo, también para consolidar negocios, pero sin olvidar las carencias de nuestra propia tierra. Nos aconseja un proverbio chino que demos tres vueltas alrededor de nuestra propia casa antes de ponernos a salvar el mundo. Nuestras fuerzas son más limitadas de lo que pensamos. Tenemos el deber moral de ayudar a quienes lo necesitan, pero no por ello somos culpables de cuanto está ocurriendo en ese continente. Al contrario: de alguna forma también somos víctimas porque nuestro territorio ha sido igualmente explotado. Durante siglos no hemos podido adoptar aquí las decisiones que nos afectan. Hoy seguimos sin poder hacerlo.

No hay que ir a África ni al tercer mundo para encontrarnos con situaciones más propias de países atrasados que de una nación que pretende ser importante en Europa. Ayer conocíamos, por boca de su vicepresidenta, que el Gobierno central recurrirá al Tribunal Constitucional la consulta convocada por el Ejecutivo canario en relación con las prospecciones petrolíferas. Si el Parlamento de Canarias se dedica a majaderías pese a que hay 362.000 parados en el Archipiélago, poco debe extrañarnos que los ministros de España pierdan el tiempo en rebatir una consulta que, ni va a ninguna parte, ni le interesa a nadie salvo a los que la han convocado para ocultar su dudosa gestión en otros asuntos más importantes para los isleños. Entre ellos, el que las empresas canarias sean las que más se retrasan en pagar sus facturas. ¿Quién tiene la culpa de esto? ¿Los empresarios o quienes los han puesto al borde del precipicio?