¿Qué es la suspensión de militancia? España continúa siendo un país de medias tintas. Al menos el PP lo cree así. Los que tenemos la suerte -aunque ya no sé si eso es una suerte- de habernos movido entre Madrid y Canarias, amén de algunos otros pagos de la geografía nacional, empezamos a notar hace algunos años un fenómeno al que no sabría si calificar de curioso pero, en cualquier caso, sí bastante inusual: menudeaban las quejas de personas relacionadas con los medios de comunicación que ya no recibían tantas ayudas -vamos a llamarlas así para no incurrir en complicaciones- porque los empresarios que las pagaban habían perdido buena parte de su generosidad.

Es imperativo en estos casos añadir la coletilla de que no eran todos los periodistas ni todos los empresarios. Por supuesto que no. La inmensa mayoría de los periodistas no se han enriquecido con sobrepagas de oscuras procedencias. Prueba de ello es que no han abandonado el predio, si no de la pobreza, sí al menos de la economía consistente en llegar a fin de mes con lo puesto y poco más. A unos cuantos, en cambio, alguien debería haberlos investigado en su momento por simple curiosidad, pues no es normal pasar de la noche a la mañana de ir con tejanos raídos, y sin tener una esquina en la que caerse muerto, a vivir en una casa demasiado grande para el sueldo de un plumilla. Salvo que a uno le toque la lotería varias veces seguidas, claro.

El chollo se acabó para esos afortunados colegas cuando algunos políticos -de nuevo sólo algunos, no todos- decidieron dejar de ser intermediarios y convertirse en benefactores de esas subvenciones no sé si negras u opacas; no sé si incluso ilegales, doctores tiene la Justicia, pero sin duda inmorales. Si a esto añadimos que el dinero no crece en los árboles, al tener que pagar a los otrora intermediarios nada quedaba para los sobrecogedores de los medios.

Todo esto lo intuimos varios colegas hace años. Desde entonces no nos preguntamos si finalmente estallaría el escándalo -de eso estábamos convencidos-, sino cuándo oiríamos el estruendo definitivo de dicho estallido. El famoso 20 por ciento de Telde, el 3 por ciento (IVA incluido) de ciertos nacionalistas catalanes, los EREs andaluces, las mariscadas sindicales y hasta los 51 detenidos ayer han sido explosiones intermedias. Alguna más grande que las otras pero nada más. Intuyo que el maremoto está por llegar.

Huelga añadir que a partir de hoy asistiremos -en realidad el espectáculo comenzó ayer mismo- a un rasgado colectivo de vestiduras. Otra grotesca hipocresía. Me gustaría saber cuántos de los alarmados están en condiciones de tirar la primera piedra. Lo único cierto es que esto no se arregla con unas cuantas suspensiones de militancia.

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