Confieso que la granada, como fruta, nunca fue plato de mi gusto, pese a que mi tía la tomaba directamente de uno de los árboles de su finca y me la presentaba desgranada y espolvoreada con azúcar para paliar su acidez. Su alto contenido en antioxidantes, ahora tan demandados para conservar al máximo la lozanía física, ha sido el conductor de otras cuestiones crematísticas asociadas a la habitual praxis de algunos políticos, que tocan poder y administran el dinero público como si fueran salidos - o entrados, en la mayoría de los casos- de o en sus propios bolsillos.

De Operación Púnica, nombre tomado de la fruta denominada "Púnica granatum", por ser su responsable principal Francisco Granados, brazo derecho del anterior Gabinete de Esperanza Aguirre, se ha tachado esta catarsis -por ahora- de cincuenta y un cargos públicos, treinta y siete detenidos y catorce imputados, repartidos por ayuntamientos e implicados en otro oficio similar al más antiguo del mundo. Su truco consiste en vender licencias de construcción, como las meretrices lo hacen con su cuerpo, a cambio de generosas comisiones en metálico -para financiar a veces la campaña de su partido-, o en especie, para lucro propio. En el primer caso, han sido y son los propios partidos los que jamás le han hecho ascos al procedimiento recaudatorio de algunos de sus miembros, supuestamente para seguir manteniendo sus privilegios en las siguientes legislaturas. En cuanto a la segunda cuestión, podríamos hablar de los inmuebles donados o construidos con coste cero, ofrecidos por esas mismas promotoras beneficiarias de tales prebendas.

Con todo ello, y dada la rapidez con que se propagan las noticias de presuntos fraudes o robos de dinero público, puestos a recordar, quién se acuerda ya del abuso de las tarjetas negras y sus imputados estrella, Rodrigo Rato o Miguel Blesa. Y Bárcenas, ¿quién era Bárcenas?; y la familia Pujol ¿quiénes eran? Evidentemente ya forman parte de un pasado reciente, porque si hay algo en este país en lo que somos punteros es por la capacidad vertiginosa cotidiana de destapar nuevos delitos de corrupción. Un truco o modalidad común para casi todos los partidos o regiones del país, que son investigados, en mayor o menor medida, dependiendo del grado de complicidad corporativa de los mismos y de los emolumentos repartidos fuera del control tributario. Dicho sea cuando el gabinete gobernante no manipula a su antojo a la Agencia Tributaria para presionar las contradicciones políticas de los partidos oponentes. Y si quieren un modelo meridiano, ahí está el caso Pujol, que se ocultó mientras duró la luna de miel entre CiU y el gobierno central, y que reflotó inesperadamente a los primeros síntomas de disidencia con la unidad de España.

Trasladados estos sucedidos a nuestros peñascos, tenemos el caso reciente del Sinpromi y su exdirector financiero, Andrés Pedreira, al que se le atribuyen seiscientos mil euros desviados hacia otros menesteres menos altruistas; amén de falsificar, supuestamente, varios talones con la firma de la consejera. Pero esto es sólo la punta del iceberg de muchas otras prácticas ignoradas por la ciudadanía, enfrentada a la angustia permanente de llegar a fin de mes.

Hace dos años dejó de existir un gran amigo que poseía información privilegiada de todas estas supuestas manipulaciones dinerarias. Desde su cargo de recaudador ejecutivo de casi todos los ayuntamientos de Tenerife, e incluso de otros tantos del archipiélago, conoció de cerca todos los tejemanejes de sus corporaciones. Incluso me hablaba de uno de ellos en donde existía una oficina regentada por un asesor, de profesión periodista, que cribaba con el 3% o más a todos los promotores que solicitaban una licencia de construcción.

Ahora que sabemos más de dichos trucos, nos falta por conocer el trato discriminatorio que hará la Justicia, ahora muy politizada en algunos estamentos, con algunos de los imputados o detenidos. Chiquito Halloween.

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