Son tantos los problemas de todo tipo que nos aquejan que a veces no le dan a uno ganas de nada. El que tiene trabajo al menos tiene parte de su tiempo ocupado y no puede pensar en lo dura que, a pesar de todo, le está siendo la vida, pero al jubilado o al que "disfruta" del paro el día a día se le cae encima. Pasa la mayoría de las horas caminando por la ciudad -el que tiene coche-, jugando al dominó en bares y cafeterías o entretenido -con un cortado delante, 0,80 €- en tertulias con otros que gozan del mismo "privilegio"; digo esto último sin segunda intención ya que, en realidad, a muchos les gustaría desempeñar alguna otra función, estar ocupado, pero hay que adaptarse a las necesidades de la vida.

Pero por muy "aperreados" que vivamos, muchos canarios -me atrevería a decir más bien los chicharreros, aceptando ya este término referido no solo a los naturales de Santa Cruz sino de toda la isla- prefieren apretarse el cinturón en otras cosas pero no privarse de salir a comer por ahí los fines de semana. ¿Quién no ha dicho alguna vez la frase "¿dónde está la crisis?" viendo los restaurantes del interior de la isla -o de la costa, porque nos sigue gustando el pescado- llenos de gente durante esos días? Se puede comer muy bien en un guachinche por ocho o diez euros, y si uno no está muy apretado se las ingenia para poder gastar los cuarenta o cincuenta euros que puede suponer esa comida para tres o cuatro personas.

De todas maneras, ahora que, según creo, ya están regulados ese tipo de establecimientos, hay que tener cuidado con lo que nos ofrecen. En todas partes -no solo aquí sino en cualquier país-, muchos restauradores quieren aprovecharse del turista, ofreciéndole como suele decirse gato por liebre; como es lógico cobrándoselo como liebre. No saben, por desgracia, el daño que hacen al sector, y con el tiempo acabarán lamentando su negligencia; no se puede engañar a la gente sirviéndole con camareros mal trajeados, servicios higiénicos que de esto tienen poco, pan del día anterior o vajilla donde aún se aprecia el carmín de otra clienta, pues ya sabemos que el sabor de la comida empieza con los demás sentidos.

Afortunadamente, por experiencia, los chicharreros sabemos los sitios donde tenemos que ir, sabiendo donde nos dan calidad a un buen precio. Ya he escrito otros artículos rogando "a quien proceda" que no desaparezcan esos establecimientos de Santa Cruz de toda la vida -el Imperial, el Roma, El Puntero...-. Pero es que si salimos de la capital hay tantos que sería imposible nombrarlos a todos. Hoy, sin embargo, querría mencionar El Trasmallo, un restaurante situado pasado Garachico donde se puede comer un buen pescado. Y esto no es publicidad porque esta hay que pagarla, y en esto ni el periódico ni el autor de este artículo cobramos nada. Es, sencillamente, una cuestión de justicia culinaria; igual que cuando he aconsejado visitar el Museo de la Naturaleza y el Hombre o la lagunera Casa Lercaro, pues forman parte de nuestro patrimonio y es labor de todos protegerlo y fomentar su conservación.

¿Pero qué tiene de especial El Trasmallo? En tres palabras lo defino: calidad y servicio. Podría añadir buen precio, fácil aparcamiento, uniformidad en el personal y una panorámica extraordinaria, y para que todo no sea positivo lamentar el escaso espacio dedicado a los servicios higiénicos, aunque de esto último nadie se da cuenta pues al entrar el olor que nos llega de la cocina resulta embriagador. Pero tras todos estos elogios me falta el principal, el más importante: la personalidad de su propietario, Domingo, un individuo que merece ser nombrado "Amable del turismo", ya que está siempre pendiente de la clientela. Algo curioso: en El Trasmallo los camareros no circulan por el establecimiento mirando el suelo. Van con la mirada alta, y cuando ven que un cliente levanta la mano por algún motivo no siguen de largo sino que acuden a ver qué desea; y si llevan algo en las manos, lo dejan en la cocina y regresan. Esto, a mi modo de ver, es muy importante, pues en muchos establecimientos a veces nos tomamos el cortado cuando ya hemos hecho la digestión.

En fin, creo que de vez en cuando hay que alabar, cuando tanto se los critica, la labor de los buenos profesionales.