El cambio de hora y la resintonización de la TDT han causado más estragos en el edificio que la vez que Úrsula dejó encerrado en el ascensor al del butano porque, según ella, se parecía a Jackie Chan y quería enseñárselo a su hermana -fan incondicional del actor- cuando volviera del supermercado. El pobre hombre permaneció allí metido más de 40 minutos. Ese día había cola en la carnicería por la oferta de chuletón de buey y, cuando lo rescatamos, no sabíamos quién olía peor, si la bombona, él o el chuletón. Después de aquel incidente, Jackie no volvió a pasar nunca más por el edificio. Pero esa es otra historia.

Quien sí volvió, pero del hospital, fue doña Monsi tras la operación de cadera a la que fue sometida. Por supuesto que fue una alegría verla de nuevo pero la mujer regresó bastante caprichosa y se le metió en la cabeza que no quería que en el edificio cambiásemos la hora porque así podríamos tener la misma que en la Península.

-Pero, señora ¿no se da cuenta de que, fuera de las paredes de este edificio, es una hora menos, como siempre? -le apuntó Bernardo que está de baja y sin taxi tras la caída por las escaleras.

-¿Y qué? No voy a poder salir de aquí hasta dentro de por lo menos un mes, así que me da igual. No se cambia la hora y ya está -dijo y se puso a gimotear como una niña pequeña.

Por tanto, desde la madrugada del domingo, el reloj de nuestro portal y el del ascensor marcan una hora más, con lo que vivimos desfasados de la realidad y eso nos está causando más de un quebradero de cabeza.

Todo esto se une al caos que montó la Padilla a cuenta de la resintonización de la TDT.

-¡Nos vamos a quedar sin ver la tele! -gritó desaforada el lunes cuando leyó en el periódico que había que hacerlo cuanto antes.

-Hay que llamar a un instalador ya para que nos ajuste la antena -dijo Bernardo temiendo perderse el programa de Mariló Montero, al que se ha hecho asiduo ahora que está de baja.

Al escuchar aquello, Úrsula que estaba en la azotea, dio un salto que ni Powell cuando superó la marca de 8,90 con su salto de longitud en el mundial de atletismo en Tokio y llegó hasta el rellano del piso de la Padilla.

-¿Cómo que un antenista? Esto lo arreglamos nosotros mismos. Digo yo que será como cuando le das a la ruedita de la radio para coger las emisoras. De esto se encarga mi hermana Brígida.

Y así empezó todo. El lunes, cuando subió a la azotea, Brígida no encontró la famosa ruedita para resintonizar los canales pero, como no quería defraudar a su hermana, empezó a tocar todo lo que por allí tenía forma redonda y nos dejó sin agua. La Padilla le gritó por el patio que lo que había cerrado era la llave de paso. Estaba tan oxidada que volverla a abrir fue imposible y, sobre la marcha, tuvimos que llamar a un fontanero que necesitó más de cuatro horas para devolver la llave a su posición normal. Aprovechando la visita del fontanero, Brígida le pidió que le ayudara a mover las antenas y aquello terminó con más piezas que mi salón el día que armé la mesa de Ikea.

-Señora, ¿dónde iba este cable? -le preguntaba cada dos por tres el fontanero que tenía menos idea que la hermanísima.

-Da igual, hombre. Todos van al mismo sitio -le contestó Brígida.

La extraña pareja terminó su trabajo tres horas después. Fue entonces cuando Úrsula toda orgullosa salió a la escalera y gritó: "Ya pueden encender la tele. Mi hermana ha resintonizado la TDT".

Todos corrimos a los televisores, pulsamos el botón del mando y, a partir de ahí, no sé cómo describir el sonido que emitió la Padilla. Lo cierto es que desde ese día, Bernardo solo puede ver Qatar TV; el italiano, Jiangsu Satellite TV; doña Monsi, Russia Today TV y yo la carta de ajuste de 1979.

@IrmaCervino

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