El asunto debe ser muy importante porque incluso ha salido en la prensa nacional. El Gobierno de Canarias en general y su Consejería de Educación en particular están muy contentos por haber implantado una asignatura en el nivel de enseñanza primaria que se llama Educación Emocional y para la Creatividad. Materia obligada que se evalúa y cuenta para la nota media, impartida durante este curso por primera vez en todos los colegios de las Islas. Presumen las autoridades educativas canarias de que no hay ni ha habido nunca otra igual en España. Su objetivo es desarrollar "la capacidad de gestionar de manera eficiente los sentimientos utilizando la razón", así como "reconocer y expresar las emociones, regularlas, controlarlas y utilizarlas de forma productiva".

Dicen los técnicos archipielágicos que la educación tradicionalmente ha centrado su atención en lo intelectual, a la vez que ha descuidado completamente el plano emocional. Para corregir este yerro, la escuela -los docentes que enseñan en ella- debe entender que las emociones también son "educables", lo cual requiere tiempo y esfuerzo. Para evitar malos entendidos, desde el primer momento se aclara que dicha asignatura nada tiene que ver con la Educación para la Ciudanía, del ínclito Rodríguez Zapatero, ni con la de Valores, del no menos glorioso Gabinete de Mariano Rajoy y su ministro del ramo, el señor Wert. Para que no falte ningún detalle innovador, en las clases de Educación Emocional no se utilizan ni libros de texto, ni fichas. Eso sí, los niños se sientan alrededor de un objeto -en la foto de la noticia aparece una calabaza- y le cuentan sus inquietudes.

No sabría decir si esto es para reír o para llorar. "Los experimentos con gaseosa, joven", dijo en su día Eugenio D''Ors i Rovira. Hombre, no tanto. Experimentar es importante incluso arriesgando uno no sólo lo trivial, sino de vez en cuando algo importante. Por ejemplo, la educación de una persona. Como complemento interesante -aunque personalmente dudo del interés intrínseco de esa asignatura-, nada que objetar. En cambio, con un piberío que llega a la Universidad o a la Formación Profesional con unos conocimientos que dan pena, se me antoja un experimento no únicamente arriesgado sino directamente absurdo. En seis palabras, no está el horno para bollos.

Puestos a innovar para conseguir un mejor aprendizaje en todos los niveles podría empezar la Consejería de Educación por conseguir mejores métodos para aprender a leer y a escribir. Un asunto en absoluto trivial porque si aplicamos el criterio de alfabetización empleado por la Unesco -leer un texto y ser capaz de hacer un resumen por escrito-, el porcentaje de analfabetos crónicos sería, además de vergonzoso, inaceptable. Dejo para después enseñar matemáticas o historia. Sobre todo historia para no leer, como lo hice la semana pasada, una noticia en la que se hablaba de un Noé que abría las aguas para que su pueblo las atravesase. Hasta ese momento estaba convencido de que fue Moisés quien obró tal prodigio frente al Mar Rojo, pero también dice el refrán que nunca te acostarás sin saber una cosa más. Por lo menos estoy educadamente emocionado.

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