Dijo hace unos días el consejero delegado del Banco Santander, Javier Marín, que están abiertos a mantener una reunión con Podemos al igual que con cualquier otro partido. No obstante, fuentes de esta entidad han dejado entrever que la intención es seguir la línea marcada en su momento por Emilio Botín. Es decir, apostar por una coalición PP-PSOE para frenar, precisamente, a la formación que lidera Pablo Iglesias. Un innegable protagonista actual de la política española que manifestaba, también recientemente, su sorpresa por no haber tenido todavía ningún contacto con nadie relevante de alguna empresa del Ibex. Nadie lo ha llamado, "ni siquiera para intentar comprarme". Espero y deseo que no caiga en la tentación de ponerse en la almoneda; al menos tan pronto.

Parar a alguien por la calle, preguntarle por quién votaría en ese momento y deducir un mapa parlamentario a partir de los resultados obtenidos no garantiza ninguna exactitud. El encuestado puede estar muy cabreado ese día por cualquier cosa. Por haber discutido con su jefe, con su parienta -o con el pariente, que lo mismo da-, o con un conductor imprudente. O puede, por el contrario, estar muy contento porque le acaban de dar una buena noticia inesperada. Por eso hay que preguntarle también por quién votó en las elecciones anteriores y otras cosas. Luego se aplican unos algoritmos y se determina una intención de voto más ajustada a la realidad. Es lo que se llama vulgarmente cocinar las encuestas. Un aspecto en el que el CIS tiene un merecido prestigio entre los expertos internacionales por la calidad histórica de sus predicciones.

Ajustada la última encuesta del CIS, el PP continúa siendo a día de hoy el ganador de las elecciones. Si esto es así después de la que ha caído y de la que sigue cayendo, después incluso de tres años de ajustes y apretones impuestos por el Gobierno de Mariano Rajoy, más de uno y más de dos deben haberlo celebrado en la calle Génova de Madrid. Pero ojo porque eso, como lo definió en su día Felipe González, es morir de éxito.

Lo que está pasando en este país con la corrupción es grave. No me refiero sólo a los grandes sinvergüenzas; a los que detiene la Guardia Civil de cincuenta en cincuenta. Me refiero a los pequeños corruptos de andar por casa porque aquí pocos son los que escapan de la quema. ¿Qué hace, sin ir más lejos, un señor en la alcaldía de un pueblo del Norte de Tenerife después de que lo sorprendieran conduciendo cargado como un erizo y lo condenaran por ello? ¿Quién es más deshonesto, el regidor que no ha dimitido o los concejales que le permiten seguir en la alcaldía? Por no hablar de unos vecinos que no se plantan delante de las casas consistoriales hasta que abandone el cargo. ¿Y qué decir de otro concejal de otra localidad, también del Norte tinerfeño, que consumió más de 9.000 euros con un teléfono corporativo? Todo legal, desde luego, pero también políticamente inaceptable. Aunque da igual porque aquí, de momento, el PP continúa siendo vencedor y no pasa nada. Pero va a pasar. De hecho, ya está pasando.

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