1.- Ya estoy de vuelta, después de dos semanas intensas en tierras de Andalucía, ya he dicho que no por turismo, ni por vacación, sino por algo más serio y, afortunadamente, parece que resuelto. Pero uno es periodista siempre, incluso cuando no viaja por placer, ni por razones profesionales. Y me he puesto en la tarea de observar lo que me rodeaba. Andalucía no se libra de la preocupación nacional, es decir, de la mamandurria, pero la gente se la toma más a guasa. Hasta , aquel presidente histriónico del Betis, puede haber cogido en un renuncio a la jueza Alaya; pero es mejor esperar a que se pronuncie quien se tiene que pronunciar. Alaya empuró a y , que es un resabiado, tenía datos, aún por confirmar, del marido de Alaya, que es auditor o así. Andalucía es un hervor, ya no sólo por el fraude de los fondos del empleo, sino por la crisis económica y el paro. Me llamó la atención la mendicidad: hay mucha, pero la mayoría de los pedigüeños no son españoles. En Sevilla hay un par de ellos en cada restaurante o en cada lugar de copas. Es una plaga.

2.- Mi drama es que no quiero escribir de la corrupción, porque me aburre. Por eso el viaje a Andalucía me ha venido de miedo, porque como he visto cosas nuevas, cuento cosas nuevas. Por ejemplo, lo barato que es comer en Cádiz/provincia y lo caro que es comer en Sevilla/capital. Hay una diferencia tremenda. Me quejaba yo ante mi santa de que la frontera de Huelva y Portugal, por Ayamonte, no es lo que era. Y que Villa Real del Santo Antonio, hoy, es una mierda. Ya no es aquel pueblo fronterizo lleno de tiendas callejeras en las que vendían de todo. "Ya no hay frontera", me dice un médico portugués amigo, "y entonces ya no hay mercado tampoco; la frontera se ha empobrecido". Totalmente de acuerdo.

3.- En lo que sí ha mejorado este país es en carreteras. La red de autopistas y autovías andaluzas es realmente buena. Y en Andalucía, si exceptúo la entrada a Sevilla, no están nada colapsadas. Nosotros no entramos en su día en el Plan Marshall y lo pagamos caro durante años; pero hemos sabido reaccionar y nuestras infraestructuras viarias son muy buenas. A la altura de Europa, o eso creo. Por cierto, pasé por Algeciras y, al fondo, se veía la negra silueta del Peñón de Gibraltar. Impresiona. Quería entrar, no a abrir una cuenta, sino a pasear por sus calles empinadas, pero no me dio tiempo.

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