La rápida ascensión de Podemos no se debe a lo bien que lo hacen esos jóvenes muchachos, sino a lo mal que lo están haciendo nuestros viejos políticos; no sólo los incautos del PP, sino todos, ¡qué car.jo! Hablando, precisamente de eso, he de referirme al manido caso del senador Monago que trabaja en el "Senago". No sé si lo cogen.

Porque, vamos a ver, si lo que dice la Prensa es cierto, este hombre recaló en Tenerife hasta treinta y dos veces (32) con una estancia, pongamos por caso, de 2 a 3 días, por lo que tenía todo a su favor para merecer un Guinnes. Lo que pasa es que en este país siempre aparece nuestro fundamental pecado: la envidia.

Quiero decir que este, nunca mejor dicho "cenador", venía a nuestra isla con la solvencia de ser político, la serenidad de estar lejos de casa, la tranquilidad de no pagar ni un duro (euro), la pocholería de beber y comer lo que le viniera gana y, sobre todo, la irresponsabilidad de ¡no tener que dar cuentas a nadie!

¡Jo, así cualquiera!, clamarán ustedes, pero, todo hay que decirlo, en este político concurrían dos cosas importantes: a) que hembra tan fermosa luchaba por la misma causa, y b) que él es el presidente de Extrema-dura, no sé si lo cogen. Así cualquiera, digo yo ahora.

En fin, que en isla tan turística como la nuestra lo podríamos definir como un "todo incluido". Por lo que es fácil suponer que el envidiado macho pudiera haber consumado hasta dos "casquetes" por desplazamiento, lo que hace un total sesenta y cuatro (64), digamos, evacuaciones, porque hay niños delante. ¡Madre mía, qué potencia sexual!, digna de ser guardada en un frigorífico. Pero lo más fastidioso, para los canarios que hasta hace poco dependíamos de un certificado de residente, es que estas eróticas pernoctaciones se producían fuera de casa... allende los mares, que es lo que importa.

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Lo que sí importa, canarios todos, es saber que en aquestas ínsulas tenemos un parlamento con las mismitas prebendas y facilidades para nuestros diputados/as. ¡Válgame Dios!, intuir, argüir o deducir que nuestro parlamentario/as estén en el entramado de la fornicación, ¡quiá! Pero, como en el caso que nos ocupa, pudiera o pudiese ocurrir que en nuestros montes y barrancos, además de orégano, hubiera o hubiese orgasmos, es por lo que con todo respeto y subordinación envidiosa me dirijo al presidente de nuestro parlamento, Excmo. Sr. D. Antonio Castro Cordobez.

Señor presidente, con la venia: me dirijo a vuecencia para que exija al presidente don Paulino Rivero que, en vez de preocuparse únicamente por los derrames petrolíferos lo haga con igual ahínco hacia los revolcones lácteos. Vigilando así, más a aquellos/as diputados/as que viajan por este archipiélago asimétrico sin dar puñetero golpe. Todo ello en pro de la cantidad de súbditos que seguimos sin poder viajar y con la misma doña de siempre. Gracia que espera alcanzar del recto proceder de vuecencia.

De lo que se deduce que, tanto de la España peninsular como de la insular, pode-mos decir, esta vez con más motivos que nunca, que este país ¡es la leche! He dicho.